Estimada María Eugenia:
Nunca nos presentaron, pero sé que nació en Madrid el 5 de enero del año 1951 y que hoy ha muerto por segunda vez, por lo cual ruego encarecidamente que nos disculpe. Procuraré recordarla siempre como la señora regordeta de la foto de su carnet de identidad, donde aparece con el pelo corto teñido de amarillo paja, una cara redonda llena de marcas, ojos claros y bigote. Definitivamente, el zombi de rostro desfigurado al que nos cargamos esta mañana no se parecía mucho a Usted. De hecho, a ese monstruo no le debemos ninguna disculpa.
Esta mañana se levantó temprano y decidió darse un paseo por un jardín que no era el suyo… y que encima pertenecía a una casa atestada de humanos, la nuestra. Era la hora del desayuno y nos encontrábamos en el comedor, zampándonos unos raviolis de bote que habíamos conseguido calentar en la cocina de gas. Sara levantó la vista y casualmente la vio, arrastrando sus pies por el jardín, llevándose los rosales por delante, hasta que su falda de punto se enganchó a unas zarzas que le impidieron seguir con el paseo. Usted seguía tirando, dale que te pego, pero el dichoso arbusto se había empeñado en no soltarla. Mis compañeros y yo estuvimos un buen rato observándola, muertos de risa, porque era evidente que a Usted no le daba el cerebro para pararse a pensar en lo fácil que hubiera sido retroceder un poco para desengancharse y seguir adelante.
Llevábamos una semana en la casa y todavía no nos habíamos atrevido a salir de ella para explorar los alrededores. Lucas era definitivamente gay y estaba por Sergio, pero yo no había perdido la esperanza de que se pasara al otro lado y se fijara en mí. Mi hermana me llamaba ingenua y yo le decía que no, que era romántica. En todo caso, tengo que agradecerle que se molestara en convencer a Miguel y Sergio de que Lucas y yo no estábamos predestinados a ser super héroes. De modo que mientras ellos tres hacían estúpidas maniobras de entrenamiento en el jardín, donde jugaban con unas pistolas que habían encontrado en el desván, Lucas y yo nos lo pasábamos bomba desempeñando las tareas del hogar.
Llegué a pensar que nuestra vida podía seguir siempre así, que la comida de la despensa no se acabaría nunca, que Lucas se dejaría de tonterías y se enamoraría de mí y que viviríamos todos juntos en aquella casa, en armonía y felicidad, durante el resto de nuestras vidas. Pero entonces llegó Usted y comprendimos que la realidad era bien distinta.
Cuando los tres super héroes se cansaron de verla haciendo el ridículo, salieron al jardín, armados con sus juguetes nuevos y dispuestos a poner en práctica su habilidad como pistoleros. A Lucas y a mí nos encargaron que subiéramos a uno de los dormitorios de la planta de arriba, desde donde se dominaba todo el jardín. Además de vigilar sus espaldas, teníamos que documentar el asesinato con ayuda de la cámara digital de la prima de Sergio.
—Y Alicia… —me advirtió Sara antes de salir de la casa, embutida en su mono amarillo—. ¡Haz el favor de no olvidar que para enfocar tienes que pulsar el botón antes de disparar!
—Esta se cree que soy tonta —le comenté a Lucas mientras encendía la cámara.
Miguel y Sergio le cedieron los honores a Sara, que se situó a unos cinco metros de Usted, sacó la pistola… y se tomó su tiempo para apuntarle en la mismísima cara, atravesada por una herida muy fea que supuraba. Al percatarse de la presencia de mis amigos, comenzó a tirar con más fuerza de la falda para tratar de liberarse de las ramas que la aprisionaban.
—¿Estás sacando fotos? —me preguntó el imbécil de Sergio desde abajo.
¿Quién era Usted, María Eugenia? ¿Qué hacía antes de convertirse… en eso? ¿Cuáles eran sus aficiones? ¿Estaba casada, divorciada? ¿Tenía hijos? ¿Era de derechas o de izquierdas? ¿Había salido alguna vez del pueblo? ¿Con qué soñaba? ¿Se tejía sus propias faldas de punto?
Click. Retrato de la versión zombi de María Eugenia. Click. Sara apuntando. Click. Miguel y Sergio, posando. Click. Zombi enfurecido liberándose. Click. Zombi abalanzándose sobre Sara. Click. Miguel y Sergio disparando al zombi. Click. Miguel y Sergio disparan de nuevo. Click. Zombi sigue en pie y tratando de pegar un mordisco al cuello de mi hermana. Click. Cortina. Click. Lucas señalando una escopeta apoyada en la pared del dormitorio. Click. Lucas cargando el arma. Click. Lucas apuntando. Click. María Eugenia en el suelo. Click. Miguel y Sergio con mirándonos con estupefacción. Click. Mi hermana echando a un lado el cadáver zombi. Click. Lucas guiñándome un ojo. Click.
Hoy he aprendido que los auténticos super héroes no llevan traje. Descanse en paz, María Eugenia.
Atentamente,
Alicia.