Querida Teresa:
Desperté viendo al Diablo reflejado en la cara de Miguel mientras corría con las granadas que le cogió al militar. Ahora no sé si es un recuerdo o una pesadilla. Ese ya no era Miguel, era un alma poseída por el Maligno. Aún así, nos salvó la vida en lugar de devorarnos uno a uno.
Mi espalda se resintió en aquel incómodo camastro. Cada día que permanecemos en este maldito refugio, más nos exponemos a que nos descubran. Si el zombi de Bernardo pudo seguirnos, nada indica que los demás no puedan hacerlo. Lucía ha encontrado los enseres de limpieza y se ha empeñado en sacarle brillo al lugar. Por mucha lejía que le eche, no va a quitar ese olor a muerte. Ramona no para de decirme que tendríamos que salir de ahí. La pobre lo ha perdido todo y aún así sigue teniendo ganas de sobrevivir, pero Ana se empeña en esperar a Gabriel, a pesar de que fue ella la que dijo que no se pararía por nadie. Ya no parece la misma chica insolente, segura de sí misma; hasta creo que se le está destiñendo el verde de su pelo. Cada dos por tres se va a buscar al muchacho por el monte. El soldado ya no la acompaña, se ve que le dijo algo que le molestó o que intentó aprovecharse de ella y no pudo. Ahora se pasa el día fuera, controlando el perímetro. Todos nos quedamos más tranquilos así, sobre todo Lucía, y no porque él esté vigilando, sino porque no está aquí incordiando. A cada día que pasa, está más insoportable. No me importaría que los zombis nos encontrasen si con eso conseguíamos que se lo comieran, pero claro, él es el único del grupo que tiene armas de fuego, aunque no creo que le quede mucha munición.
Lo peor de todo es que se me está acabando el vino, y no puedo aguantar al tontito de Abel preguntando sin parar por su hermano. ¡Maldita sea la hora en que su maquinita se quemó en la iglesia! Menos mal que todavía conserva su apestoso osito de peluche, y que Nataly le distrae jugando a buscarme alcohol. Se ve que su hermana la tiene bien enseñada. Hoy me ha conseguido una botella de aguardiente, al final le cogeré cariño a esa niña repelente, aunque me llame “grajo borracho” a mis espaldas.
No soporto este olor a lejía y muerte, aunque tape el pestazo a la comida que preparan Rita y José Antonio. La feliz pareja actúa como si estuvieran de luna miel, sin preocuparse de que se acaba la comida.
Mateo ha acudido al olor de la comida, por así decirlo. Ha gruñido, ha gritado que estaba hasta los co…, bueno, hasta ahí de tener que esperar al mari…nazo de Gabriel, y ha empezado una discusión, pero Ana le ha callado, al llegar.
—¡Me cago en tu puta calavera! —le ha gritado sin cortarse un pelo.
La muchacha ha llegado descorazonada, no ha encontrado ni rastro de Gabriel, ya casi le da por muerto.
El miserable de Mateo les ha dicho a las chicas que si no le hacían algún “favor”, no seguiría allí, protegiéndonos, y se iría. Por un momento creí que Lucía se le iba a echar encima, cuchillo en mano, pero Ana la ha sujetado. Me da la impresión de que la estanquera está dispuesta a hacerle un servicio para que la saque de ahí.
Bendigo a la pequeña Nataly por conseguirme esta botella de aguardiente.
Como ves, hermana, ha sido una tarde movida. Pero los ánimos se calmaron con la cena que prepararon el maestro y la frutera. Esa bazofia le quita las ganas de discutir a cualquiera. Ahora los niños se han dormido, y hemos organizado los turnos para vigilar. Por alguna razón, no cuentan conmigo para ese menester, pero no me importa, eso me da más tiempo que dedicarle a la botella. Mucho me temo que mañana cogeremos las provisiones que nos quedan y partiremos, dando por muerto a Gabriel. ¡Pobre muchacho! ¿Qué habrá sido de él? Lo siento por el pequeño Abel, primero el accidente de sus padres y ahora esto. Deberíamos haber sacrificado a los niños, hace tiempo, para que no sufrieran. Debería haber hecho caso a nuestro padre y estudiar económicas en vez de hacerme cura en este pueblo dejado de la mano de Dios.
No sé qué pasará mañana, no sé si llegaremos al convento, ni si tan siquiera saldremos de aquí. Ahora que sé que el Diablo existe, estoy seguro de que Dios tiene que existir. Sólo me queda averiguar de qué lado está.
Tu hermano Tomás.