Carta 18

Querida Sara,

Me alegré mucho de volver a ver a Sergio, aunque sus primeras palabras fueran para que cerrara la boca, pese a que no viniera solo, sino acompañado de un ejército de cincuenta zombis que no han dejado de perseguirnos desde entonces, convirtiendo nuestras vidas en una perpetua carrera.

Sí, a pesar de todo, me ha alegrado su vuelta porque cuando miro atrás me doy cuenta de que Sergio es la única familia que me queda. A veces me pregunto qué pensaría Mamá si pudiera verme aquí y ahora, no daría crédito a sus ojos. ¿Qué fue de esa chica llamada Alicia? Con lo arreglada que iba yo siempre… y mira la ropa que llevo ahora, por no hablar de estos pelos. ¿Qué hago aquí, perdida en el monte con estos desconocidos? ¡Si hace diecisiete cartas ni siquiera les conocía! Han pasado tantas cosas, nos habéis dejado ya tantos… Apenas puedo creer que alguna vez pudiera ser una chica normal con una vida normal. Ahora parece que eso fue hace siglos, ¿verdad?

Sergio nos ha contado que a la mañana siguiente de nuestra marcha, Lucas había desaparecido sin dejar una nota ni nada. Se quedó varios días en el chalet piloto, esperando a que regresara, pero no dio señales de vida. De modo que, tras recoger sus bártulos, fue en nuestra búsqueda. Nada más salir de la casa, tuvo la extraña sensación de que alguien le vigilaba. De hecho, según iba avanzando, cada vez se convencía más de que le estaban siguiendo. Fue al ganar altura cuando creyó divisar sombras entre los últimos árboles, muchas de ellas. Para entonces sus perseguidores ya habían decidido dar la cara y, tras lanzar un espeluznante grito de guerra, emprendieron la persecución, encabezados nada menos que por Lucas.

Sí, ahora Lucas es un zombi y viene a por nosotros. Para mí que lo ha hecho a propósito, Sara. Ése es tan retorcido que se ha convertido en zombi por gusto, sólo para vengarse de nosotros. No me sorprende que incluso después de muerto, nos siga odiando tanto, ni que su versión zombi siga teniendo cierto atractivo gracias a la lividez, o vaya una a saber qué. Lo que sí me ha chocado, y mucho, es comprobar que tú estés a su lado, precisamente tú. No sólo no estás tan muerta como pensaba, si no que no se te ocurre otra cosa que unirte a ese desgraciado. En fin, te disculpo porque supongo que tu cabeza no da para más y te falta medio brazo, pero quiero que sepas que si intentas hacerme daño a mí o a cualquiera de mis colegas, no tendré piedad. Porque estoy del lado de los vivos, Sara, y tú ya no eres tú.

Llevamos varios días tratando de despistaros, pero Lucas es muy listo y parece imposible daros esquinazo. A veces nos cuesta encontrar agua, dormimos poco y mal, y hace más de veinticuatro horas que no probamos bocado. Vamos a tener que volver a la civilización, o a lo que quede de ella. Necesitamos encontrar una casa en la que haya comida y un techo bajo el que podamos descansar para reponernos y trazar un plan. Tenemos que salir de aquí, pero ahora estamos demasiado cansados como para idear nada mínimamente inteligente. Pedro ha divisado una urbanización de chalets de lujo en la periferia, vamos hacia allá.

Te iba a decir que nos desearas suerte, pero supongo que no puedo contar con tu beneplácito. Nuestro éxito es tu fracaso, ¿verdad? Definitivamente, si Mamá me oyera, no podría dar crédito a sus oídos. Pero Mama está en la India, o donde quiera que esté, y nosotras estamos metidas en esta pesadilla de la que no podemos despertar.

A pesar de todo, te quiero.

Alicia.

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Carta 18

Hola prima:

Los gritos de Sebas me alertaron. Me encontré al muchacho en el umbral de la puerta haciéndome señas, para que me apresurara.

El Sr. Marco se acababa de despertar. La imagen que me encontré era inquietante. Tenía las costillas rotas hacia el exterior y el cráneo abierto, mostrando la masa oscura. Si fuera un ser humano estaría muerto; pero rugía furioso intentando liberarse.

Este hecho confirmó mi teoría. Este virus-parasito, o lo que sea, mantiene vivo el cerebro y el corazón. Cogí el escalpelo con fuerza y me acerqué lentamente, no quería que su enorme peso tirara la camilla.

Cuando estuve a la altura de su torso, ese mugriento cuerpo se paró en seco. No sé que me daba más pavor, que se moviera o que estuviera quieto, esperando.

Un burbujeo provino de su tráquea, seguido de un movimiento brusco de cabeza. Sus ojos vidriosos se posaron sobre mí, mientras su nariz olisqueaba el aire. Lógicamente, al no tener pulmones, este salía por los orificios descompuestos.

Con el escalpelo en mano me coloqué detrás de su cabeza. El zombie comenzó a removerse, algo había despertado sus instintos. Sebas vino hacia la camilla.

Le clavé el escalpelo en el cerebro al Sr. Marco; antes de que Sebas llegara a mi misma conclusión.

Lo siento por Sebas y Gabriel, pero tenía que ir al laboratorio lo antes posible. Las muestras no durarían frescas mucho tiempo. Cogí la mochila y le dije a Sebas que me marchaba.

Mientras aceleraba el paso, escuché su voz a mi espalda. No le presté atención, quería irme lo antes posible de aquel lugar.

No tardó en alcanzarme, me agarró del brazo y se me encaró. Estaba furioso.

Gritaba mientras se golpeaba el pecho y decía que había cumplido su parte del trato; ahora me tocaba a mí cumplir la mía.

Prima, lo que me avergonzaba es que tenía razón; pero las muestras se perderían y todo mi esfuerzo sería inútil. Se lo intenté explicar, pero era como tratar con una pared. ¿Cómo hacerle entender que su amigo ya estaba muerto? ¿O que las muestras podrían acercarnos a la verdadera cura?

Me senté en el suelo, apoyando mi espalda contra la pared. Le expliqué todo, prima, a excepción de que estaba infectada. La muerte de Elisa. Lo que había descubierto sobre la infección en el laboratorio y mi misión con las muestras.

No sé si se enteraba de algo, pero el hecho de hablar en voz alta aliviaba el peso de mi interior. Sentía que entre mis recuerdos había algo que no lograba encajar. Espero hallar la pieza que dará sentido a este extraño puzzle.

Sebas tenía el ceño fruncido cuando hizo la pregunta, ¿qué pasó ahí dentro? Prima, no hay que ser muy inteligente para saber porqué el zombie de Marco se quedó quieto cuando yo pasé por su lado y porqué se puso histérico cuando se acercó Sebas. La verdad es que me da tanto pánico pensar en ello, que me quedé en blanco, observando la nada sin saber que decir.

Un golpe sordo rompió el hielo. Algo estaba intentando entrar por la puerta principal. La habíamos bloqueado para no tener sorpresas inesperadas.

Corríamos por el pasillo cuando escuchamos un nuevo sonido. Habían entrado.

Al llegar a la recepción, vimos restos de sangre, que reptaban por el suelo, hasta la parte de atrás del mostrador. Nos acercamos muy despacio, con las armas en alto. En el suelo había un hombre ensangrentado, aún respiraba.

Me acerqué un poco y le pregunté si estaba bien; estiró el brazo derecho hacia mí. Vi una tela de araña formada por venas negras que provenían de una vena central más grande. Se estaba transformando.

Sebas se agachó para darle la vuelta. No pude contener mi grito. Prima, había visto a esa persona hace unos días, cuando me dirigía al laboratorio. Era Jesús.

Su rostro estaba lleno de esa tela de araña negra. Su piel ya estaba viscosa y tenía el mismo color del moho. Si no fuera por que respiraba lentamente, hubiera pensado que era uno de esos zombies.

Me agaché y vi algo que sobresalía de su bolsillo. Era un frasco con el nombre de Elisa. Miles de recuerdos me golpearon. Esa botella la había dejado Elisa un mi casa unos días antes de su muerte, irónicamente la había usado para crear el primer brebaje, mi estúpido intento de suicidio.

Agarré la botella, para cerciorarme de lo que había en su interior. Estaba vacía, pero olía al brebaje.

Esto no me gusta Prima. Lo que esta ocurriendo escapa a mi comprensión.

Por favor, si puedes sacarme de aquí, hazlo o me volveré loca.

Iria.

P.d.: Le he dado un poco del nuevo brebaje. Su respiración se ha normalizado. Pero no creo que consiga salvarlo. Quizás el acto más atroz sea el más compasivo; algo rápido e indoloro.

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