Padre Tomás
10/Feb/2016
bloody hand
31

Querida Teresa:

No recuerdo tu cara. Me acuerdo de los coscorrones que me daba papá como si fuera ayer, pero no te ubico en mis pensamientos. Las imágenes vienen y van de mi mente. Veo al pequeño cabezón sonriendo como un idiota. Veo a la gente del pueblo echándoseme encima por no querer darle la comunión. Le veo a él, salvándome la vida cuando su hermana zombi intentó comerme. Me veo a mí mismo matando a una joven que a lo mejor necesitaba mi ayuda. Ya ni siquiera recuerdo sus nombres.

El vino no me sabe a nada, y debería saberme a gloria. No sé cuanto tiempo llevo encerrado en esta bodega. Tendría que haber ido a una iglesia, a rezarle al hombre de la cruz. Espero que sepa disculparme por olvidar su nombre. Recuerdo una capilla, con unos niños, rodeado de monstruos. Recuerdo al joven y a la muchacha del pelo raro, y a la muda. Ellos nos salvaron, pero ya era tarde para mí. Me habían mordido. Había una chica zombi, acurrucada en un rincón, que me miraba como perdonándome la vida. La recuerdo, pero no sé de qué.

Tengo frío. Mi estómago se estremece. Siento un dolor insoportable. Mis brazos ya no parecen míos, pero yo sigo aquí, con mi verdadero dios.

El vino sigue sin saberme a nada.

Oigo ruido.

Alguien intenta abrir la puerta.

Es el fin, hermana.

Tengo hambre.