Padre Tomás
16/May/2012
bloody hand
14

Querida Teresa:

Miguel se ha vuelto a escapar. Cuando desperté, no estaba. Se ha ido sin decir nada, no ha dejado ni una nota.

Al principio me puse nervioso y empecé a buscarlo por todas partes, pero solo de pensar que tendría que subir al campanario, terminé buscando vino.

¡Maldita sea mi estampa y esta cruz que me ha cargado el señor!

Cada vez lo hace más a menudo, dice que va a por comida, pero es mentira, tenemos la despensa llena gracias al padre Leandro. Lo que pasa es que al jodío le gusta explorar y hace lo que le da la gana.

Creía que la gente como él se quedaba en un rincón, babeando o haciendo lo que sea que hacen, pero éste no se está quieto. Aprovecha cuando me duermo para salir a buscar aventuras, o yo qué sé. No se da cuenta de que la calle es peligrosa.

¡Y yo sin encontrar ningún licor que echarme al gaznate!

El pobre tonto piensa que ya he superado todo eso, pero no sabe que todavía busco en los escondites de siempre, aunque nunca encuentre nada.

Debería estar triste, por las noches le oigo llorar entre pesadillas, pero se despierta alegre y animoso, soltando memeces de la Biblia, que si Yahvéh irá contigo a donde sea, que si la lanza del malvado se quebrará a favor del débil…

¡Chorradas!

Sí, ya sé que lo que te cuento es terrible, pero estas cosas no se las puedo decir a Dios, por eso te escribo a ti.

Perdóname, os he fallado a todos, sobre todo a ese muchacho.

No sé que hora es, hace mucho que se me paró el reloj, pero se está haciendo de noche.

No dejo de preguntarme donde andará, con la escopeta descargada, a merced de esos monstruos.

¡Y yo aquí, lamentándome como un cobarde!

 

Por fin ha llegado. Llevo todo el día atacado de los nervios, y el niño se presenta con una chica, como si fuera un amigo que viene a merendar.

No recuerdo haber visto su cara en la iglesia. No me gusta como me mira.

Estaba dispuesto a echarles una bronca del demonio.

—¿Se puede saber donde estabas?

—¿Es que no sabes la hora que es?

—¿Y quien narices es esta mujer?

Pero el puñetero sabe como aplacar mi furia. Me ha traído una botella de anís.

Se la he quitado de golpe y me ido a mi habitación, dando un portazo. Ni siquiera he cenado.

No sé qué ha pasado, ni lo quiero pensar. Me beberé esta botella y mañana Dios dirá.

 

Tu hermano Tomás.

 

P.D.: Padre, por favor, no mires.