Padre Tomás
01/Nov/2011
bloody hand
08

Querida Teresa:

Creo que Dios ya no está con nosotros. Las cosas que están pasando lo demuestran. Debí darme cuenta cuando los feligreses dejaron de venir a la iglesia. Todo porque me negué a darle la comunión al pequeño Miguel. Estaba claro que siendo subnormal no entendería lo que eso significaba, pero el señor Beltrán y los demás fanáticos se me echaron encima. Me llamaron cosas terribles, hasta la señora Claudia me escupió en la cara. ¡Qué vergüenza!

Y ahora ese niño vuelve a mi parroquia, como si fuera un castigo del Señor o una burla del Diablo.

Fue la última borrachera lo que me hizo recordar todo aquello.

 

Desperté con la intención de buscar alguna botella en los escondites habituales, pero me encontré con Miguel en la sacristía. Había preparado unos huevos como desayuno, tenía incluso unos cuscurros de pan duro para mojar.

—Lo siento, no me queda leche —se disculpó.

—¿De donde has sacado eso? —pregunté.

—De casa de la Gerarda —dijo con su voz de mongolito—, ya no hay nadie ahí.

Le regañé, le dije que robar está mal, pero antes de terminar el sermón, yo ya estaba comiendo como un poseso.

El niño me contó que había una enfermedad que convertía a la gente en monstruos, que no se podía salir del pueblo, que había una valla que daba calambres y unos soldados fuera que no dejaban salir. Dijo que la gente estaba como loca y algunos robaban comida del supermercado. Dijo que los chicos se reunían en la discoteca y hablaban de escaparse y otras cosas. Me contó como su familia le estaba esperando en casa. Querían comérselo.

Para ser tontito, el chico estaba muy bien informado. Le dije de ir a la discoteca a pedir ayuda. Él negó con su enorme cabezota.

—Mejor que no, ya no es un sitio seguro.

Decidí tenerle entretenido para no pensar y nos pusimos a limpiar la iglesia.

He de reconocer que el chaval es muy eficaz. Cuando terminamos, ya era la hora de comer. El jodío tenía en la mochila una barra de chorizo picantón y una bolsa de patatas fritas sabor a queso.

—Lo siento, ya no me queda más —se volvió a disculpar.

—No importa —contesté—, el hambre lo perdona todo.

Y es verdad, en circunstancias normales no me habría comido esas patatas chuchurrías, pero me supieron a gloria.

Ya estábamos preparados para echarnos una siesta, cuando la campana sonó. Alguien o algo la había golpeado.

Un cuervo entró por el campanario. Parecía endemoniado, tenía los ojos amarillos y se iba dando contra los muros. Venía a por mí.

—¡Cuidado, padre —gritó Miguel—, es uno de ellos, no dejes que te pique!

Corrí desesperado por los pasillos de la parroquia. Sus graznidos eran terroríficos. Tropecé y caí a los pies del Cristo crucificado. Era el final, sus ojos me miraban con piedad. Cuando el cuervo estaba a punto de picarme, aquel niño de cara grotesca salió de la nada, saltando como en las películas americanas. Atravesó al pájaro con el atril. Al caer al suelo se hizo sangre en la ceja.

Cuando recuperé el aliento me levanté. Le limpié la herida de mala manera y le puse una tirita. Ni siquiera le dí las gracias.

Miguel guardó el cuervo, con mucho cuidado, en una bolsa de basura. Se sacó un mechero del bolsillo y desinfectó el atril, insistió en que podría ser contagioso. Enterramos al maléfico ave en el patio.

 

Ha sido un día muy raro, otro más. Nos hemos echado un rato a descansar. Ahora vamos a salir en busca de comida. Aprovecharé la ocasión para mandarte esta carta. El tonto de Miguel le ha escrito una a su tía Micaela y quiere que se la mande también. Ha puesto un montón de tonterías, que si todo va bien, que no se preocupe, pero que venga el tío Miguel, que es guardia civil en Cuenca. Incluso le manda un dibujo la mar de feo. ¡Pobrecito!

A lo mejor el chico tiene razón, deberías avisar a alguien y contar lo que está pasando en el pueblo. Aunque dudo que nadie te crea, me conformo con saber que aún estoy vivo y espero que tú estés bien y no te veas metida en un lío como este.

Si no nos vemos nunca, que sepas que te quiero.

 

Tu hermano Tomás.

 

P.D.: Con un poco de suerte este niño sabrá donde encontrar más vino.