Hola prima:
Al fin conseguí sacar un pie de mi acogedora casa. El miedo que me paralizaba es infinitamente menor al pánico que siento aquí fuera. Hasta el sonido del bolígrafo sobre el papel pone alerta cada músculo de mi cuerpo.
No pude llegar al laboratorio; el camino se llenó de extraños sucesos y un pequeño improvisto me retuvo más de la cuenta.
Circulaba con el coche por el camino secundario. Lo primero que llamó mi atención fueron las casas de mis vecinos, tenían las puertas abiertas de par en par. La furgoneta del panadero seguía en el mismo lugar y en el interior el pan rancio tenía un color rojizo, como si hubiera absorbido pintura roja.
En la carretera había unos asquerosos obstáculos que dañaban la vista y el olfato; perros, gatos y demás animales domésticos descansaban en las carreteras; sus restos estaban esparcidos por doquier como piezas de un puzzle inacabado.
No tardé en ver a uno de ellos. Le faltaba un brazo y la sangre mojaba su ropa. No pude evitar subir la vista hacia su cara. Di un volantazo al ahogar un grito con la mano. El globo ocular le colgaba de la mejilla mantenido por el nervio óptico, el otro era un entresijo de carne; le faltaba un trozo de mandíbula, por el cual goteaba una baba negruzca que bañaba su cuello.
Con sólo recordarlo se me revuelve el estómago, ¿cómo una persona así sigue en pie? Y lo peor de todo ¿yo me convertiré en eso? Aceleré, quería alejarme de ese ser lo antes posible. Entré por las callejuelas intentando esquivar las carreteras principales.
Estaba a mitad de camino cuando salió un hombre corriendo de una casa; estaba asustado. Tenia manchas de sangre en su camisa a cuadros y movía los brazos para llamar mi atención. Frené en seco para evitar atropellarlo. Se dirigió a la puerta del copiloto, entró y se tiró en el asiento exhalando un suspiro.
Gritó que arrancase, pero ya estaba acelerando antes de que terminase la palabra. Uno de esos zombis salía por la misma puerta; debía estar persiguiéndolo. Sentí como la adrenalina me recorría el cuerpo y palpitaba en mi cabeza. Mi mente me gritaba que parase, y el hombre que estaba a mi lado me agarraba la rodilla para evitar que frenara. Podía ver a ese ser con claridad, su boca ennegrecida, sus manos extendidas como garras dispuestas a alcanzarnos, sus ojos muertos buscando carne fresca que devorar. Tomé la decisión en un segundo.
El parabrisas se llenó de sangre coagulada impidiéndome ver por donde circulaba. El hombre que estaba a mi lado sujetó el volante con fuerza para recuperar el control del vehículo, pero fue imposible. Lo siguiente que recuerdo es un sonido seco y una bruma que se convirtió en noche.
Me desperté en el interior de una tienda de ultramarinos. El hombre que me acompañaba se ocupó de sacarme del coche después de haber chocado contra un poste de la luz. Estamos escondidos aquí dentro, esperando a que la noche pase para poder salir a la luz del día.
Tengo miedo prima, no quiero ser como esos seres sin alma, sin vida. Sólo deseo salir de este maldito pueblo y que todo sea como antes.
Un saludo querida prima:
Iria
P.D.: No sé cuando podré enviarte esta carta, espero poder hacerlo cuando me encuentre a salvo en el laboratorio.