Iria
30/Mar/2012
bloody hand
13

Tengo miedo prima:

 

Carmen está en contra de mi decisión. Dice que mi cerebro está mejor en un laboratorio que en la boca de algún zombie. No le falta razón, pero de otra manera este virus se propagará y los pocos no infectados que se esconden en el pueblo se quedarán sin alimento y expuestos a unos seres famélicos que les darán caza.

Vicente y Ana me observaban como si estuviera loca y al mismo tiempo, como si fuera una heroína de cómic. Lo que todos olvidan, es que lo héroes son los primeros en morir.

No estaba segura de que víveres me harían falta, ni tampoco cuanto tiempo estaría fuera. Había cogido todo el brebaje que podía llevar conmigo, pero  malamente tendría para un par de personas y estas tendrían que esperar a que volviera a por más.

Guardé comida y una muda de ropa en la mochila. El brebaje y los botes de muestras los llevaba en una bolsa nevera, que conservaría su interior bien fresco.

Me encerré en la habitación pensando en cual sería la ruta que debía seguir. Cada vez que pensaba en salir al exterior un escalofrío recorría mi espalda, estaba aterrada. Me imaginaba a esos seres andando hacia mí con la boca abierta y su baba negruzca goteándoles por el pecho. Sufría de pesadillas con los ojos abiertos, donde varias secuencias de diferentes películas se hacían realidad y yo, en cada una de ellas, siempre acababa gritando mientras me devoraban, incluso sentía como me desgarraban la carne.

Había programado mi salida para el medio día, pero no era capaz de salir de mi cuarto. Vicente se acercó a mi habitación, golpeó dos veces la puerta y me llamó. No pude responderle, ni siquiera moverme; su voz eran palabras sin sentido que repicaban constantemente. Ana se unió al compás de golpes y gritos. Su voz encendió una luz en mi cerebro que se había apagado.

Abrí la puerta con torpeza. En cuanto los vi eché un paso atrás con los ojos muy abiertos, mi cara debía expresar mi sorpresa, ya que se echaron a reír al unísono.

Vicente me mostraba una pistola pequeña de color negro, me dijo algo sobre el modelo entre risas, pero no lo entendí. Ana me sonreía, sus ojos brillaban con picardía. ¿De donde habían sacado un arma?  No sabía si preguntar o simplemente ignorar el hecho. Me la ofreció con varias cajas llenas de balas.

Lo único que pude balbucear, es que no tenía ni idea de que hacer con ese aparato. Los dos se miraron con una sonrisa llena de complicidad.

—Defenderte —me dijeron con entusiasmo.

—Te voy a explicar —me mostraba el arma como si fuera algo inofensivo—, la coges por aquí y si aprietas este botón desbloqueas el seguro.

Asentí con la cabeza, aunque realmente no entendía nada de lo que me estaba diciendo. Mi cuerpo estaba ahí, pero mi mente se había tomado unas largas vacaciones a un lugar perdido.

Sentir el arma en el bolsillo, lejos de darme seguridad, me aterraba. Soy consciente que en algún momento podría llegar a salvarme la vida.

Carmen estaba esperándome en la puerta de la entrada. Cuando llegué a su altura, me ofreció una llave que abría la puerta del laboratorio, la cual se cerraría a mi paso. Desabroché mi cadena y me la colgué del cuello, no debía perderla o no podría regresar. Sentí como introducía algo en el bolsillo mientras me susurraba algo muy extraño: “por si te encuentras algo más extraño de lo habitual.”. Quería responderle diciendo que las cosas ya son bastante raras, cómo saber que es más raro de lo habitual. Sus ojos me observaban con fiereza, como si debiera comprender algo.

Abrí la puerta. Un aire cálido me acaricio el rostro. Era extraño oler las flores que crecían en el invernadero y escuchar el susurro del río que paseaba a pocos metros. Todo era tan inquietantemente normal, que nadie podía adivinar el horror que a pocos metros vivían mis vecinos; el mismo que hace poco sentí en mi piel y el que sigue creciendo silenciosamente en mi espalda.

Prima, sé que si estuvieras aquí me regañarías, me tirarías de las orejas y me encerrarías en el laboratorio; pero tu no estas aquí y esta es mi decisión, acertada o no.

Te hecho de menos primita.

Besos

Iria

P.D.: ¿Recuerdas la promesa que nos hicimos de pequeñas? Sigue en pie.