Alicia
21/Jul/2011
bloody hand
02

Querida mamá:

¿Qué tal estás? ¿Recibiste mi primera carta? Si es así, no entiendo por qué no estás ya de vuelta en casa. Aunque tu labor humanitaria en la India sea importante, lo primero es tu familia y creo que he dejado claro que en estos momentos te necesitamos mucho más que nadie en el mundo.

Papá sigue en cama: las pastillas rosas no le han servido de nada. Yo le hubiese llevado a un hospital, pero Sara dice que no, que si lo hacemos no le volveremos a ver nunca más y que a ver cómo te lo íbamos a explicar a tu regreso. Lo único que es seguro, mamá, es que lo de papá no tiene nada que ver con las lentejas. Papá tiene esa gripe rara por la que nos han puesto en cuarentena. Eso me asusta un poco. Sobre todo por si nos pudiera contagiar a nosotras. Cuando entro en su habitación para llevarle agua, o lo que sea, procuro no respirar, ni tocarle, ni nada. Está muy pálido, ya no me habla, tose de vez en cuando y hace un ruido raro al respirar.

Hace unos días fui a la fiesta de Luisa de la que te había hablado, ¿recuerdas? Ya sé que no debería haber ido, pero te juro que fui corriendo todo el camino. Sólo paré unos segundos a la ida para echar mi primera carta en el buzón de Correos, que pilla de camino a casa de Luisa, que vive al lado de la iglesia. A su madre le viene bien porque está todo el día en misa, así que sólo tiene que cruzar la calle para ponerse a rezar. Loli cree que no es que sea muy religiosa, sino que le mola el cura. La cuestión es que, para mí sorpresa, en la fiesta de Luisa sí que había tíos. Pero pocos, ¿eh? Que éramos ocho chicas y sólo dos chicos. Por lo demás, fue un poco rollo porque los padres de Luisa, que no nos habían puesto ni una Coca-Cola, no nos dejaban hacer el más mínimo ruido, así que nada de música y hablando en susurros todo el rato. Encima, de vez en cuando se oía a algún vecino gritar a lo lejos, como si le doliera mucho el estómago… y eso te daba escalofríos. A uno de los chicos, el más gordito, no se le ocurrió otra cosa que ponerse a contarnos historias de miedo, hasta que al final Luisa se cabreó y le dijo que hiciera el favor de largarse. Su amigo, Miguel, dijo que entonces él también se iba porque aquello era un aburrimiento. Antes de marcharse nos dijeron que si queríamos una fiesta de verdad, que fuéramos a no sé qué discoteca los miércoles porque se reúnen allí con los colegas. Loli se lo apuntó en un papel y me ha dicho que vayamos la semana que viene a ver qué tal. Antes de irme a casa, le comenté al padre de Luisa lo de papá y no sé para qué lo hice, porque evidentemente me aconsejó que lo llevara de inmediato al hospital, cosa que no vamos a hacer. Mientras volvía a casa, me tropecé con varios vagabundos en grupos de dos o tres, apenas algo iluminados por la luz de la luna, porque ya no encienden nunca las farolas cuando oscurece. Creo que alguno me vio e hizo ademán de acercarse para pedirme algo, probablemente una limosna, pero yo no paraba de correr, con las historias del gordito aún rondando por mi cabeza. Cuando llegué a casa eran más de las doce y… entonces le vi. A papá, zampándose medio pollo crudo que habíamos dejado descongelándose en la nevera de la cocina.

—Pero, ¿qué haces? —le dije.

Y sólo me respondió con un sonido gutural que no parecía suyo. Me dio miedo, mamá, te lo juro. Entonces corrí hacia la habitación de Sara y cerré la puerta tras de mí, echando el pestillo. Cuando me volví, la descubrí en la cama, abrazada a Miguel, el de la fiesta.

—Pero, ¿qué coño hacéis?

No sé si me fastidió más que Sara no me hubiese contado nada al respecto, o el hecho de constatar que mi hermana menor se había echado novio antes que yo. En fin, puedes estar orgullosa de mí porque me tumbé entre los dos y al menos esa noche no pasó nada.

Mamá, normalmente no te contaría todas estas cosas, ya lo sabes. Pero esto se está descontrolando mucho y necesito que vuelvas cuanto antes. ¿Qué hacemos con papá? Cualquier noche se encuentra con que no hay carne cruda en la nevera y viene a por nosotras. Ya sé que es una locura, pero estoy empezando a pensar cosas muy raras.

Un beso,

Alicia.