Alicia
12/May/2013
bloody hand
20

Querida Sara,

Todo sigue igual que como estaba: vosotros allí afuera, amontonándoos junto a la casa, cada vez más numerosos. Y nosotros aquí, dentro de la casa, racionando la comida, esperando un milagro que no llega. Se ha ido hasta el perro, que se habría cansado de estar del lado de los perdedores, desapareciendo una noche sin despedirse. No le culpo de ello, debía de saber que con nosotros no tenía futuro alguno. De hecho, lo único que hemos hecho es devanarnos los sesos ideando planes de fuga descabellados que no tenemos ni el valor ni la destreza para ejecutar. “¡Patético!” habrá pensado Roco.

—Y si… —empezaba Sergio—.¿Y si lanzamos una bomba por la ventana del dormitorio? Quizás sirva de distracción y podamos escapar por la puerta principal…

Pero ninguno de los dos sabemos fabricar bombas, así que descartado.

—Y si —volvía a empezar—. ¿Y si uno de los dos se lía a disparar desde la cocina, mientras el otro se escapa por la puerta del salón y trae ayuda?

Pero yo me niego en redondo a echar una carrera con tanto zombi suelto por ahí y tampoco estoy dispuesta a dejar que Sergio se vaya, dejándome aquí sola. Descartado también.

¿Y si prendemos fuego a la casa y en la confusión les damos esquinazo? ¿Y si esperamos a que caiga la noche para tratar de escapar sin que nos vean? ¿Y si nos hacemos pasar por zombis para pasar desapercibidos, como en esa peli? ¿Y si lanzamos bengalas para que el ejército, o quien sea, venga a salvarnos? Pero, ¿qué bengalas? ¿Y si les mandamos a Roco, en plan señuelo, y nos piramos mientras tanto? ¿Roco? ¡Pero si ya no está aquí!

—¿Y si te callas la boca, hombre? —he tenido que acabar diciéndole para dar el asunto por zanjado.

Porque todos los planes son pésimos y aquí lo que nos hace falta es un héroe que nos salve el pellejo, pero Lucas se ha pasado al otro bando y los héroes no son algo que abunde.

El hecho es que Roco se ha ido, nos queda comida para una semana y somos unos cobardes.

Ahora que hemos descartado la fuga, paso las horas muertas observándoos desde la ventana de mi dormitorio. Aunque me escondo tras las cortinas, creo que Lucas sabe que estoy aquí porque a veces sus ojos parecen mirarme directamente, inexpresivos. ¿A qué esperas para entrar y acabar con nosotros? ¿Qué es lo que pasa por tu cabeza podrida?

Tengo tanto miedo de acabar como tú, Sara, tan atontada, tan deforme. A menudo tengo pesadillas en que me encuentro acorralada por tus colegas y noto cómo me dais ese primer mordisco fatal al que siguen otros… y despierto pegando un grito, bañada en sudor. Entonces, Sergio suele asomarse por la puerta de mi habitación y me pregunta qué tal estoy y le digo que no me deje sola, así que se mete en la cama conmigo, pero sin quitarse el pijama ni nada, claro.

—Sergio, perdona si a veces soy borde contigo —le digo en esos momentos de debilidad.

A veces me cuenta una película para que me duerma. Suele contarlas fatal, pero me vuelvo a dormir y entonces no sueño con zombis, sino con aventuras espaciales, o carreras de coches, o persecuciones en ciudades que nunca he visto y que probablemente nunca vea. Siento que esta película está por acabarse y que va a acabar muy mal.

Un beso, Alicia.