Alicia
24/Oct/2013
bloody hand
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Querido Lucas,

Hay que estar mal de la cabeza para hacerse pasar por un zombi, pero lo que sí que es imperdonable es que nos hicieras creer durante una semana que eras uno de ellos y que sólo esperabas el momento adecuado para darnos el golpe de gracia. Sin duda, eso es ser mala persona. Pese a todo, tengo que admitir que te debo una, pues jamás hubiéramos salido de la casa por nuestro propio pie. Ya ves que hasta Roco decidió irse por patas. No le culpo. Es más, agradezco infinitamente la paz que reina desde que se fue.

—¿Entonces qué? ¿Os apuntáis? —nos preguntaste por vigésima vez.

¿Apuntarnos? ¡Tu plan es de locos! Pese a todo, he de reconocer que yo me habría apuntado sin pensarlo dos veces. Si no ha sido así, sólo es porque a Sergio le puede el sentido del Bien y el Mal. De modo que, se lo pintaras como se lo pintaras, no ha hecho más que negarse en rotundo convencido de que cuenta con mi apoyo. No pongo en duda sus razones, todas muy loables. Sin embargo, la cuestión es que tú eres el héroe indiscutible de la historia y cuando estamos contigo sé que nunca puede pasarnos nada malo. Es puro y simple instinto de supervivencia.

El día en que me marché con Pedro y Vero, se te ocurrió que lo más seguro en un mundo de zombis era hacerse pasar por uno de ellos. Pensaste que la forma de conseguirlo era imitando su olor nauseabundo y sus pautas de comportamiento. De modo que decidiste dejar a Sergio e intentarlo por tu cuenta. No sólo porque era un plan descabellado en el que no tenía por qué participar tu amigo, sino porque Sergio era un pésimo actor que acabaría arruinando tus planes. Al principio, los zombis desconfiaron de ti. Sin embargo, aprendías rápido y pronto supiste pasar desapercibido, consiguiendo que te aceptaran como a uno más. Cuando tienes madera de líder, humanos y zombis somos lo mismo. Así que cuando saliste tras Sergio, te iban siguiendo cinco de aquellos muertos vivientes. Al poco, te diste la vuelta y eran cincuenta… y unos días después, sin saber siquiera cómo, ya liderabas a un ejército de cientos de ellos. Entonces es cuando se te ocurrió que si conseguías reunir a miles de zombis, sólo era cuestión de dirigirlos hacia un control militar, donde entretendrían al personal, mientras tú salías echando leches. Era un plan perfecto, si pasabas por alto las implicaciones que conllevaba.

—¿Me estás diciendo que quieres salir de aquí con ayuda de los zombis? —te dijo Sergio sin poder dar crédito a sus oídos— ¡Pero eso quiere decir que vas a dejar que salgan de aquí! ¡Vas a condenar  a la gente que está ahí fuera!

—¿Y qué? —le respondiste con un gesto teatral—. A mí me da igual la gente de fuera, no les conozco. De hecho, la mayoría de ellos ya son unos zombis, sólo que aún no lo saben. Lo único que sé es que quiero salir de aquí antes de que el ejército tire una bomba para liquidarnos a todos. ¡Porque eso es lo que va a pasar!

—¡Estás pirado!

—Bueno, ¿y qué es lo que sugieres tú que hagamos? —le preguntaste con aire desdeñoso.

Entonces Sergio se callaba y se volvía hacia mí buscando apoyo, topándose únicamente con mi mirada de póquer. No sé cuántas veces habéis tenido esta misma discusión, cambiando sólo algún acento o tiempo verbal. La cuestión es que se iba acercando el momento en que teníamos que decidir si nos íbamos contigo o si seguíamos por nuestra cuenta y yo sólo sabía que si nos quedábamos solos, estábamos perdidos.

—¿Entonces qué? ¿Os apuntáis? —nos preguntaste ayer por última vez.

—¡Nos vamos contigo! —te anuncié inesperadamente.

Y todo porque la noche anterior había conseguido convencer a Sergio, con ayuda de uno o dos besos  y un par de caricias, de que la única manera de pararte los pies, es uniéndonos a ti. Quizás podamos advertir a los militares sobre tus planes, o quizás encontremos la forma de liquidarte antes de que cometas esa locura que tienes en mente. Al menos así se lo he vendido a Sergio. Para mí sólo es cuestión de supervivencia y está claro que no estamos preparados para sobrevivir sin ti. Luego ya improvisaremos algo.

Así que aquí me tienes ahora, formando parte de un enorme ejército de zombis que marcha hacia el pueblo para engrosar sus filas antes de dirigirnos al control militar que nos lleve hacia la libertad. Vestida con unos andrajos, toda despeinada y oliendo a mil demonios, camino lentamente junto a mi hermana, que no me reconoce, pero misteriosamente no se despega de mi lado. Quizás tengas razón  y no sean tan distintos a nosotros. Sergio, que no se fía, nos sigue de cerca… y tú, tú al frente del grupo, como siempre.

Alicia.