Aurora
10/Feb/2012
bloody hand
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Querida Cristina;

Ya sólo quedamos cinco: la sra. María, un enfermero, una pareja de ancianos y yo misma. Fue horroroso hermana. La situación se nos escapó de las manos.

Nos resultó difícil coger a la sra. Concepción entre todos; no es que esté muy delgada, precisamente. La pusimos delante de la puerta donde habitan esos monstruos y se empezaron a escuchar golpes y gruñidos. Esas bestias tenían hambre de verdad. El problema vino cuando quisimos dejarlos sueltos. Creíamos que, aunque hubiera ya alguien medio muerto en el suelo, podrían abalanzarse contra nosotros, así que decidimos atar a la sra. Concepción a la pata de una mesa robusta que había al lado y protegernos con armas. Pero eso no fue suficiente. Por los barrotes pude ver a una de las enfermeras, ahora poseída, mirándome fijamente. Esos ojos amarillentos… no me los quito de la cabeza, hermana, y desde entonces que tengo pesadillas.

Llegamos a la conclusión de que el cebo no funcionaría; debía ser más apetecible. Así que empastillamos a la sra. Concepción. Tras un largo debate, acabé siendo yo la “afortunada” para cortarle un pie y echárselo a las bestias por los barrotes. La reacción fue instantánea. Creí que echarían abajo la puerta, y eso que es de metal, así que no tuvimos más remedio que abrirla.

Lo que pasó después lo recuerdo vagamente. Se echaron todos encima de la sra. Concepción, la pobre criatura chillando y suplicando ayuda. Uno de los ancianos que nos acompañaba, suponemos que cegado por la compasión, se acercó a intentar salvarla, pero supondrás lo que acabó ocurriendo. Entre esa jauría de cuerpos putrefactos vi el brillo de la llave de la puerta principal, colgando del cuello del enfermero jefe. A partir de ahí no recuerdo nada; sólo que me desperté en mi cama, con la llave de la puerta principal colgando del cuello y con todo el cuerpo ensangrentado.

La sra. María me contó que al oír los gritos, algunos de los ancianos que estaban en el comedor subieron a ver qué pasaba. Pudimos escapar utilizando los cuerpos de los moribundos como escudos, ya sabe, en vez de morder nuestro cuello, mordieron el pie o cabeza de algunos de nuestros compañeros recién caídos. Pero dos de esas bestias salieron escopeteadas detrás nuestro, matando al resto. Tuvimos muchos problemas para deshacerse de ellos y encerrar de nuevo a los muertos en la habitación del mal.


Por fin somos libres. Estamos planeando salir a las calles para finales de ésta misma semana; no creo que el exterior sea muy seguro viendo lo que pasa aquí dentro, así que es mejor que nos preparemos bien. Además, aún tengo un par de asuntos pendientes que resolver antes de marcharme.

Un beso.

Aurora