A Cristina, la hermana de Aurora;
Mi nombre es Álvaro y aún no he llegado a los treinta. Soy un estudiante de medicina que reside en éste pueblo desde hace no más de tres años, justo antes de que empezara todo esto. Te sorprenderá que sea soy yo quien te escribo y no tu hermana. Tienes que saber, en primer lugar, que tu hermana está bien. Bueno, bien bien no se puede decir. La encontré la semana pasada tambaleándose por las calles, andando torpemente con un bastón, la ropa hecha jirones, el pelo enmarañado, con una bolsa de mano y con una pierna ensangrentada, casi colgándole. Al principio pensaba que era una de esas criaturas, pero luego escuché cómo maldecía a alguien llamado Víctor y supe que no sería peligrosa. La recogí justo antes de que se desmayara y la traje al ambulatorio, donde nos hemos atrincherado en una pequeña sala con algunas provisiones. Voy a convertir ésto en un refugio para los heridos. Ya he visto a unos cuantos morir enfrente mío y me produce tanta impotencia… Tu hermana fue, por decirlo de alguna manera, la gota que colmó el vaso.
Eso sí, resultó difícil llegar hasta aquí. Estaba arrastrándola cuando en mitad del camino nos topamos con uno de esos… zombies, creo que sería la palabra más adecuada para describirlos, mirándonos con esos ojos amenazadores, escrutando el horizonte. Parecía como si no nos viese, pero un movimiento brusco de sus piernas me hizo saber que no era así, y se abalanzó hacia nosotros. Tuve que dejar a Aurora en el suelo como pude y coger el palo de golf que uso para protegerme.
El impacto fue certero, en todo el cráneo, y gracias a su impulso pude incrustárselo hasta el fondo. Pero a pesar de ello, sus manos aún seguían buscándome. Suerte que no me dan asco los cadáveres, porque el hedor era impresionante, y al intentar cogerle uno de sus brazos para retorcérselo, mis dedos se hundieron en su pútrida carne y casi se lo arranco de golpe. El zombie emitió un rugido que atrajo la atención de otro que estaba cerca, y éste casi consigue terminar conmigo si no fuese porque pude sustraer mi palo de golf del cráneo del primero. Al otro le empujé hacia el capó de un coche, cayó al suelo, lo inmovilicé con mis piernas y, como si de una pelota de golf se tratase, le golpeé sin parar hasta que un chorro de sangre me salpicó en la cara. Me lo limpié mientras observaba cómo había destrozado su rostro en un momento. Aurora seguía en el suelo, maldiciendo a todo el mundo e intentando incorporarse para «jugar». Se ve que tiene mucha energía interior a pesar de su edad.
Hablando de ella, no sé cómo se ha hecho eso en la pierna. He tenido que amputársela hasta la rodilla, porque la herida se le había infectado y estaba empezando a pudrirse la carne de alrededor. Sobrevivirá, eso está claro, es una luchadora nata. Lleva dos días delirando porque ha perdido mucha sangre. Tampoco hemos podido intercambiar muchas palabras, las suficientes como para poder dejarte un mensaje de parte de ella, que incluyo en ésta carta.
Cito textualmente:
«Hermana, sálvese. Ya no hay lugar para nosotros. Estamos todos condenados, pronto se extenderá hacia otras tierras, estoy segura. Tantos años luchando para terminar así. Rece por mí y por Álvaro. De no ser por él ahora estaría muerta. Le quiero, hermana.»
Sus ánimos no están como para tirar cohetes, ¿verdad? Espero que en las próximas semanas logre recuperarse, pero no sé cómo lo va a hacer para sobrevivir, con sólo pierna y media. Miraré de arreglarlo como pueda, aunque no soy cirujano. Pero ALGO debo hacer. Creo que me inspiraré en las historias de piratas. Sólo espero que Aurora sea lo suficientemente fuerte.
Nos quedaremos aquí hasta que las cosas se calmen un poco, que ya he visto a varios de esos zombies acechando en la puerta.
Intentaré escribir lo más pronto posible, a ver si para entonces es Aurora quien logre tirar la carta al buzón.