Carta 26
Querida hermana;
Me siento como un ratón que va de madriguera en madriguera. Desde aquella visita a mi casa, lo único que he hecho es meterme en una cueva, esperando una mínima oportunidad de escapar, para terminar en otra y así sucesivamente.
Nos encontrábamos Álvaro, Tamara y yo atrapados, pasando hambre, miedo y rezando para que nuestro final fuera rápido. Esas cosas se estaban adentrando cada vez más y ya no teníamos tablones para pararlos. Empezaron metiendo los brazos por entre los agujeros, luego algunos asomaron la cabeza. Los alejábamos como podíamos, pero era imposible, cada vez venían más.
Pero nuestra suerte cambió drásticamente cuando empezamos a oír disparos. Nos acurrucamos mientras veíamos cómo iban cayendo. Desde los agujeros íbamos viendo los rayos de luz parpadeando y escuchábamos gritos de dolor y alguien dando órdenes desde el otro lado de los tablones.
Álvaro y Tamara estaban abrazándose, esa perra no paraba de temblar mientras mi niño le acariciaba la cara. Durante un momento dejé de oír los disparos y sólo podía imaginar mis manos aferradas al cuello de esa fresca, viendo cómo se le escapa la vida mientras le miro a los ojos y le digo lo asquerosa que es.
El grito de alguien me sacó del trance. “¿Estáis bien?” decía. Cuando ya no se oían más criaturas, entraron dos hombres seguidos de un tercero muy alto y fuerte. Llevaban armas de fuego. La última vez que vi una, había disparado con ella a una niña pequeña dentro de un estanco.
Álvaro se levantó a agradecer a aquellos hombres que nos habían salvado la vida, y uno de ellos le propinó un fuerte golpe en la cabeza. Fue entonces cuando me levanté y me apuntaron con un arma. Tamara se quedó temblando en su rincón. Mi pobre niño estaba tumbado en el suelo, yo sufría porque le hubiese pasado algo. Por suerte sólo quedó inconsciente.
Nos ataron de manos y nos llevaron fuera de la plaza de toros. ¿Adivina dónde? ¿Se acuerda de aquella tapa de alcantarilla que “se movió sola”? Resulta que ahí dentro tienen una especie de búnker, como en la guerra, lleno de provisiones y gente refugiada. En todo el viaje no nos dijeron nada, sólo nos hacían andar. Y yo sin la muleta, ni siquiera me dejaron cogerla.
Estamos Tamara y yo en una especie de celda, un túnel sin salida que apesta a mierda, y con dos hombres vigilando. No sé dónde se han llevado a Álvaro. Mi niño… Espero que no esté sufriendo. Intentaré buscar respuestas, puesto que estar con Tamara está haciendo que me coja confianza y está empezando a contarme más sobre su vida. Yo lo único en lo que pienso es en cómo matarla. Necesito hablar con el hombre alto y fuerte, seguro que él es el que manda. Al menos que nos cuenten el por qué nos han encerrado. Sólo me han dejado escribir ésta carta. He tenido suerte de que no la han encontrado.
A ver si la próxima carta la puedo escribir con más información.
Le quiere,
Aurora.