Querida Cristina;
¿Por qué no me ha respondido? Llevo más de medio año escribiéndole y ni siquiera sé si sigue viva. ¿Tanto rencor tiene acumulado hacia mí? En fin…
Ahora mismo estamos en la calle y sin saber a dónde ir. No podemos volver al geriátrico porque esas bestias están ahí dentro, sueltas, deambulando en busca de comida. Parecen insaciables. Y eso que les di de comer a la mal nacida de mi enfermera. Abrí la puerta de su habitación, en donde la tenía secuestrada, y me alejé mientras la muy asquerosa pedía clemencia. Ni siquiera me inmuté.
Después, fuimos a la habitación del señor Roberto, que por lo visto se ha convertido en una bestia como Julián, su hermano, y los liberamos para que se ocuparan de esa perra. Los dos se abalanzaron hacia nosotros en cuanto nos vieron. Por suerte, estábamos protegidos por las mesas, y una vez que los muy cazurros aceptaron que no podían atravesarlas, se escuchó el grito ahogado de la enfermera y los dos salieron escopeteados hacia su habitación. Lástima de no haber visto la carnicería, pero deseé que mi risa fuera lo último que hubiese escuchado esa hija de Satanás.
Ni siquiera tenemos previsiones para una semana. El enfermero es el que lleva más peso, ya que con mi bastón en mano, lo único que puedo llevar es un pequeño bolso con todas las llaves que encontré ahí dentro, un par de latas de conserva junto a una libreta y un bolígrafo, y mis queridos cigarrillos. La señora María lleva una mochila con ropa dentro, y la pareja de ancianos que resta, un poco de agua y medicamentos, incluidos los que nos obligaban a tomar. Alguien en el pueblo sabrá de qué están hechos.
Estamos debatiendo qué camino tomar. Unos dicen que vayamos al cuartel de la policía para informar de lo que ha sucedido en estos meses; y otros que nos refugiemos en la iglesia, donde seguro que nos darán cobijo. Ninguna de las dos opciones me gusta, puesto que la policía poco podrá hacer al respecto viendo el estado en que se encuentra el pueblo; y nunca me gustaron las iglesias.
Creo que me separaré del grupo y volveré a mi casa. Seguro que los desagradecidos de mis hijos se encuentran en ella, disfrutando de mi chimenea.
Un beso.
Aurora