Padre Tomás
18/Mar/2012
bloody hand
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Querida Teresa:

Ha sido horrible. Nunca había pasado tanto miedo.

Desperté de la borrachera, más sereno que de costumbre. Busqué algo para desayunar, pero ya no quedaba comida. Parece ser que había estado dormido más tiempo de lo creía. Llamé a Miguel, pero no contestó. Insistí, gritando cada vez más fuerte. Registré la iglesia de cabo a rabo, pero no le encontré. El miedo se apoderó de mí. Solo me quedaba por mirar en el campanario. Me costó mucho subir, bien sabes tú lo de mis vértigos. Al asomarme todo daba vueltas.

El panorama era desolador. No le encontraba por ningún lado. Desesperado, salí a la calle a buscarle, a pesar de haber visto a dos monstruos de esos rondando por allí. No sabía que hacer ni adonde ir.

Cuando me quise dar cuenta, me vi frente al bar de Martín. Estaba destrozado y olía a muerte. Aún así entré. Martín se encontraba tras la barra, con la boca ensangrentada y los ojos amarillos, aferrado a una coctelera, y en el suelo, los restos de su mujer.

No me preguntes por qué, pero me senté en un taburete, como en los viejos tiempos, y empecé a contarle mis penas. Él me escuchaba, balanceándose y moviendo la boca. Le hable de Rocío, de los zombis, de los soldados y de Miguelín. Y cuando la confesión parecía que no iba a terminar, se abalanzó sobre mí.

Un disparo le reventó la cabeza. Una vez más se repetía la escena. Miguel estaba allí, manchado de tierra y con la escopeta de su padre.

—¿Pero que hace ahí, padre? —preguntó con su voz de tontito.

Le abracé, y sin dejar de llorar, le regañé.

—¿Se puede saber donde estabas? ¿Te das cuenta del susto que me has dado?

Me lo llevé de vuelta a la iglesia y le metí de cabeza en la bañera.

El jodío traía la mochila llena de comida y pudimos cenar. Me contó que había vuelto para enterrar a su hermana y no sé que historias más que ni siquiera escuché.

 

Por fin duerme. Ya pasó el mal trago. Esta noche le he castigado sin leer la Biblia.

Espero que algún día salgamos de aquí y volvamos a vernos. A lo mejor tú sabes como meterle en vereda.

Aunque estoy contento, la cosa pinta muy mal. El mapa de Miguel tiene más zonas señaladas. Esos demonios nos están cercando.

 

Tu hermano Tomás.

 

P.D.: Padre, gracias por devolverme al chico sano y salvo.