Querida Cristina;
Menudo montón de mierda. Llevo un día entero sin comer ni hablar con nadie. ¿Qué diablos les pasa a los médicos? Hasta echo de menos a esa fresca que tengo como enfermera y sus métodos primitivos.
Sin ir más lejos, la semana pasada empezó a rebuscar entre mis efectos personales y me robó los cigarrillos. Cogió uno, se lo fumó y escondió el paquete en su liga. Mientras lo terminaba (y no va a poder creer mis palabras, hermana), se subió de pie a la cama con esos zapatos de vértigo que tiene, se agachó y me meó encima. Ni siquiera llevaba bragas la muy canalla. No pude hacer. Ya eran tres días los que llevaba atada y amordazada, y no pude mas que mirar llena de ira. Y todo porque me negué otra vez a tomarme la dichosa pastilla. Me han salido unos moretones terribles en las muñecas y heridas en las piernas. En éste infierno ya sólo falta que me violen, porque de torturas no se quedan cortos.
Lo único bueno es que por fin ha llegado el verano, pero ha traído consigo una de olores que me repulsan. Antes abría diez minutos la ventana para respirar un poco de aire fresco, pero últimamente llega un hedor insoportable, como a carne podrida. Seguro que es de vaca quemada, Víctor y yo lo hacíamos cuando una de ellas caía enferma. Eso me hace sospechar que tal vez sea cierto el rumor que corre en el geriátrico de una terrible enfermedad bovina. Ya sólo quedamos un puñado en pie, los demás están con intentas fiebres en sus camas. Le dije que ponían algo en las pastillas, seguro que nos intentan intoxicar. A raíz de eso mi pierna está cada vez peor. Ni siquiera se si podré volver a utilizar el bastón.
Ahora que lo pienso, el otro día vi a la sra. Paquita en el patio. Últimamente no dejaban salir ni a los ancianos más ricos, y me sorprendió con qué calma paseaba a pleno sol. Era como si estuviera en trance. Incluso le di el grito antes de que la enfermera me cerrara la ventana y corriera la cortina, pero la sra. Paquita ni siquiera debió de escucharme. Llegué a ver incluso que no llevaba los zapatos puestos e iba muy despeinada, cosa muy extraña porque siempre alardea de los caprichos que su difunto marido le daba.
Le quiero, hermana. Espero poder vivir lo suficiente como para volver a verles aunque sea una última vez. Un beso.
Aurora.