Aurora
03/Jul/2015
bloody hand
29

Hermana;

Estoy desolada. Mi niño no levanta cabeza. Suponía que todo volvería a ser como antes, pero le veo con la mirada perdida y ya no me habla. Me siento profundamente sola.

Logramos salir de las alcantarillas gracias a que mi niño se la memorizó entera. El resto de gente que había, desapareció sin más cuando supieron que el pueblo sería “purgado”. Yo creía que nuestra huida sería incluso más emocionante que cuando nos escondíamos de esas cosas arriba en el pueblo. Me hubiese gustado darle una lección a más de un gamberro que nos apresó.

Nos imaginaba a mí y a Álvaro cogidos de la mano, saliendo juntos a la superficie, él protegiéndome los ojos del sol cegador y agarrándome por el hombro, mientras la víbora de Tamara se habría quedado atrás aún buscando la salida, rodeada de deshechos, basura, apestando a muerte y muriendo por las ratas que, por lo visto, he escuchado que se han aficionado a la carne humana.

La situación se torció de una manera absolutamente inesperada para mí. Cuando Álvaro sacó de la pocilga donde estábamos ni siquiera pudimos recoger nuestra cosas, pues decía que no disponíamos de mucho tiempo antes de que todo el pueblo quedase carbonizado. Toda esa gente que protegía las alcantarillas estaba bien informada. Álvaro ayudó primero a Tamara a levantarse, y yo en cambio no recibí gesto alguno por su parte. El cuerpo me dolía horrores y sentía tal cansancio que apenas podía moverme con fluidez; a medida que avanzábamos por las alcantarillas, notaba su presencia aún más lejana. Ellos iban cogidos de la mano, guiándose por el mapa que mi niño había podido conseguir y yo veía cómo me iba quedando cada vez más atrás. La antorcha improvisada que llevábamos apenas iluminaba a nuestro alrededor, lo cual me hacía muy difícil seguir adelante. Añadir que mi vista ya no es la de una chavala de veinte años, por lo que era aún más complicado divisar formas en la lejanía.

Estábamos girando una esquina cuando un escalón suelto me hizo precipitar hacia el agua. Me encontré rodeada de deshechos, ratas muertas y restos de gente putrefacta. Vomité. La repisa estaba demasiado arriba como para poder subir yo sola y la escalera estaba demasiado lejos. Llamé a mi niño a que me rescatase, pero cuál fue mi sorpresa al ver que ellos siguieron adelante, sin mirar atrás. Empezó a entrarme tal ira que creí que me estaba convirtiendo en uno de esos monstruos.

Entonces pasó algo inesperado. Escuché a Álvaro y Tamara discutir a lo lejos. No podía creer lo que estaba escuchando. Tamara le decía a Álvaro que me ayudase, y mi niño… mi niño le dijo que me dejasen ahí. ¡Dijo que yo era demasiado vieja y que encima estaba loca! En ese momento se me partió el corazón.

Para colmo, fue Tamara quien volvió atrás a intentar ayudarme. Álvaro le decía que no había tiempo, que debían salir de ahí enseguida. Ella parecía no escucharle. Se metió en el agua putrefacta conmigo y me agarró del brazo para intentar ayudarme a salir.

No pude soportarlo más. Esa víbora me había robado a mi niño, se había quedado con su amor y estoy convencida que fue ella la que planeó dejarme atrás. No, mi niño me quiere, no sería nunca capaz de dejarme sola, no después de todo lo que hemos pasado. Ella era la culpable hermana, ELLA. ¡ELLA ME LO ARREBATÓ!

Yo seré una vieja decrépita, pero mi cordura e ingenio aún están en su sitio. Fingí necesitar ayuda para levantarme y dejé que ella se acercase más y más. Cuando se agachó para ayudar a incorporarme, le agarré del pelo, zambulléndola en esas aguas fétidas. Ella estaba en desventaja y estuvo salpicando como un pez durante un largo rato, intentando tontamente escapar de su destino. Ella, hermana, fue ella. Debí haberlo hecho hace tiempo, mientras dormía. Estuvo arañándome y me hizo un par de heridas en los brazos. 

Si sólo hubiese muerto más rápido…

Cuando estaba ya intentando expirar su último suspiro entre mierda y agua putrefacta, mi niño volvió. Nunca olvidaré esa mirada. Se quedó estupefacto contemplando la escena, viendo cómo mataba a quien le había transformado, a quien le había apartado de mí. Fueron unos segundos antes de que reaccionase, pero ya era demasiado tarde. Tamara estaba muerta.

Por fin lo hice, hermana, por fin terminé de una vez por todas con esa víbora. Después de eso, Álvaro no dijo palabra. Se metió en el agua y cogió en brazos al ya cuerpo sin vida de Tamara. Le miró a los ojos, dijo algo que no logré comprender y sumergió el cuerpo en el agua. Yo creía que en ese momento él me abrazaría diciéndome que por fin estábamos libres de esa bruja, pero en cambio se limitó a andar por al agua, sin mirarme y con la cabeza bien alta, buscando la escalera para salir de ahí. Le cogí del brazo para andar mejor, lo cual él pareció no sentirlo.

Cuando logramos llegar a la escalera creía que me ayudaría a subir; en cambio él siguió su camino. Es como si nadie existiese ya para él. Se le veía con la mirada perdida. Me costó lo mío, pero conseguí subir al pasillo y escapamos los dos de ese lugar infernal.

Un sol abrasador me daba en los ojos, pero en vez de encontrarme con las manos de Álvaro y su brazo reconfortable en mi hombro, me encontré con la realidad que había ya olvidado. Un pueblo arrasado. Mi pueblo, perdido. Y a Álvaro ya a unos cuantos metros delante de mi.

Me duele el pecho, hermana. Supongo que esto es a lo que vosotros llamáis amor.

Aurora.