Iria
12/Ago/2011
bloody hand
04

Adiós Prima:

 

Cuántas veces hemos hablado de lo cíclica que puede llegar a ser la vida. Cuando cometes algo atroz, tarde o temprano terminas pagándolo.

Fui a la oficina de policía dispuesta a entregarme; estaba preparada para que me llamaran asesina y me aplastaran con sus miradas de condenación. No pude pasar de la puerta de entrada; había un ajetreo de personas denunciando a sus vecinos, hermanos, padres e hijos. Gritaban de impaciencia alegando que lo suyo era más grave, señalando heridas abiertas y otras vendadas. Habían sido mordidas. En el suelo, a falta de sillas, un grupo de personas descansaban esposadas; en sus miradas había terror y sus cuerpos temblaban como flanes, no hacía falta que dijeran su falta, la veía reflejada en la mía.

Prima, no fue cobardía, simplemente me di la vuelta y volví a casa. Por un segundo comprendí que lo que estaba pasando era más grande que mi crimen, medio pueblo estaba sufriendo la misma pesadilla.

Cuando llegué a casa la molestia del hombro había desaparecido y el pus empezó a escurrirse por debajo de la venda. Aparté la gasa y descubrí la herida en todo su asqueroso esplendor. Me preparé un cataplasma y una infusión de ortiga para fortalecerme.

Las moscas que antes acosaban a Elisa, ahora me persiguen hambrientas. Mi cuerpo arde debido a la fiebre, me cuesta mantener la concentración, me pesa la cabeza y mis tripas forman ruidos grotescos. La enfermedad de Elisa viene a por mí.

Prima, no sé como decirte todo lo que siento. Nunca se me dieron bien las despedidas, por eso prefiero decir hasta luego.

Por favor, despídete de mi primito. Con sólo pensar que nunca veré el hombre en que se convertirá me parte el alma. Háblale de mí, de lo mucho que lo he querido y que mi último pensamiento fueron palabras de amor para él. Estaba preparándole un álbum de fotos, por favor termínalo, quiero que recuerde los momentos felices que compartimos: las veces que lo abrazaba hasta que lo dejaba sin aire, nuestras batalla de cosquillas, los paseos por la playa y las noches de cine en mi casa.

No es fácil para mí escribir esto, una parte de mi espera que no sea más que un mal sueño del que me despertaré en cualquier momento.

Teníamos que haber adelantado nuestro viaje a Egipto, tal y como me sugeriste. No veré la esfinge de Gizeh, ni las pirámides; tampoco me reiré cuando te caigas del camello. Una vez más te he defraudado, no voy a poder acompañarte después de haber organizado las excursiones y fantasear con las aventuras que viviríamos. Lo siento prima tendrás que divertirte sin mi.

Mientras escribo estas palabras con gran pesar y aún esperando que aparezca Elisa gritando: “pringada” detrás de la puerta. Siento como mi cuerpo se adormece, la carne muerta empieza a extenderse y en mi codo juegan dos venas verdes palpitantes.

Según mis cálculos apenas me quedan unas horas y he tomado una decisión, sé que no estarás de acuerdo conmigo, pero prefiero morir dignamente antes de ver como me corrompo y me convierto en un demonio. Nadie poseerá mi cuerpo, esta elección es sólo mía.

No creo que puedas entender el monstruo que vi en el cuerpo de Elisa. Cuando cierro los ojos sigo viéndola y cuando los abro, temo que aparezca. Tampoco intento huir de mi castigo con la ley por haberla matado; sólo deseo ser yo quien decida mi destino.

Querida prima, no te preocupes, sé lo que hago. La belladona es un veneno que dejará mi cuerpo en calma y mantendrá mi rostro fresco; sólo espero que cuando haga efecto, la pútrida carne no haya invadido todas mis células.

Recuerda primita que eres la persona que más quiero, la única amiga en quien siempre he confiado. No tengo mucho, pero lo poco que tengo te lo entrego aquí, espero que esto pueda valer como testamento, sé que tú harás buen uso de mis bienes. Como siempre te he dicho: “todo lo mío es tuyo”

 

Te quiero

Iria

 

P.D.: Te vigilaré desde el cielo, no pienses que la muerte te librará de mí.