Iria
22/Nov/2011
bloody hand
09

Prima:

Algo trama. Quizás este pensando en su siguiente premio a costa de mi descubrimiento. Debo ser cuidadosa si no quiero que me descubra o que empiece a investigar por su cuenta con mis datos.

Me había quedado dormida cuando una voz profunda y suave me despertó. Lo primero que vi fue la bata blanca salpicada de gotitas verdes. Increíble que la impoluta Carmen tenga su bata sucia. Su cabello castaño estaba recogido en una coleta y su rostro era inexpresivo; nunca sabías si estaba contenta o a punto de asesinarte.

Estaba sentada, observándome detenidamente. En su mano brillaba su bolígrafo y su libreta de notas; como era costumbre, se apuntaría todo lo que le dijera. Tendría que ser cautelosa, ella era muy rápida a la hora de detectar mentiras y excusas; si un dato no coincidía no pararía hasta saber cual es la pieza que no encaja.

Fui lo más escueta posible, dando por hecho que ella estaba al corriente de los sucesos que acaecían en el exterior donde una enfermedad extraña atacaba y mutaba al ser humano. Enfoqué la conversación en el brebaje y sus efectos.

Carmen estaba nerviosa, apuntaba en su cuaderno pequeños garabatos que sólo ella podía descifrar. Hablamos de la composición del brebaje, de las cantidades y sus propiedades. Sin embargo ella quería saber porqué había usado esas plantas y no otras. No pensaba contarle mi intento de suicidio, así que preferí no responder. Ella me observaba intentando leerme la mente, sabía que no se lo contaría con facilidad, pero no pensaba rendirse.

Después de horas hablando y haciendo nuestras suposiciones, decidimos que era el momento de poner en marcha nuestras conjeturas y analizar todas y cada una de ellas a través del microscopio. Cuanto antes empezáramos antes encontraríamos una cura.

Me llevé una grata sorpresa cuando puse mi antiguo código en el ascensor, aún conservaba mi acceso. Bajé al laboratorio. Prima, estaba irreconocible, habían quitado una de las zonas de aislamiento y agrandado la que ya había. El material es de gran calidad y no es el que se usa para buscar una vitamina en una planta, un antídoto para una droga o una mutación para crear una planta que genere algún anticuerpo. No sé a que se dedican ahora, pero es algo grande.

El ayudante, Vicente, me saludó y detrás de una cortina, estaba la pequeña Ana, sigue igual de pecosa y delgadita. Me dio un fuerte abrazo y me manda saludos para ti.

Hicimos una pequeña reunión, para ponerlos al día. Pensé que me matarían a preguntas sobre el brote, pero su atención residía en el brebaje y en su composición. Que científico no pregunta por un brote inusual que muta a un ser humano. Lo sé, ocultan algo.

Les dí un poco de brebaje, el resto está escondido a buen recaudo para mi consumo propio. También les entregue un tubo de sangre, de un supuesto infectado, lógicamente no dije que era mía. Sus miradas casi me taladran el corazón, no lo dijeron pero sabía cual era el motivo: no haber traído al sujeto, para poder experimentar con él.

Estuvimos horas viendo y analizando las pruebas. Solo pudimos descubrir como funciona el brebaje: el jugo al ser un potente veneno entró en lucha contra el virus mutágeno. El resultado de la lucha es la segregación de una enzima proteica que protege los órganos principales. Sin embargo, el continuo ataque debilita la enzima; esta se refuerza cada vez que se ingiere el brebaje, pero las células siguen dañándose paulatinamente.

Hicimos varias pruebas y vi como mis células mutaban o explotaban. Después de horas detrás del microscopio electrónico decidimos irnos a descansar. Mi pútrida herida pronto comenzaría a segregar pus y debía limpiarla antes de que alguien se diera cuenta del olor.

Era las 4 de la madrugada cuando escuché un sonido en el pasillo principal. Eran pasos que recorrían cautelosos las instalaciones. Entreabrí la puerta y salí detrás de Carmen. Me pareció extraño que usara las escaleras de emergencia en lugar del ascensor; la parte del laboratorio estaba enterrada a más de un kilómetro de la superficie. En uno de los descansos de las escaleras, vi un panel digital. Carmen puso un código y una puerta se abrió automáticamente. No pude ver lo que había en el interior sin descubrir mi paradero.

Cuando la puerta se cerró me apresuré a teclear mi código, no hubo suerte. En su momento tenía acceso completo a las instalaciones, pero ahora las habían cambiado y Carmen era la reina.

Prima, sé que esconden algo y quiero saber el qué, ya que mi vida depende de lo que ellos saben y de su intervención.

Te preguntas porqué no les cuento la verdad, que soy mi propio experimento; es sencillo, porqué querrían experimentar conmigo. Tendría mil agujas en mis venas y tubos con mi nombre; sería un conejillo de indias de cuantas posibles curas encontremos. No prima, no deseo eso para nadie.

 

Intentaré descansar y enviarte esta carta lo antes posible. Tq.

 

Iria

 

P.D.: Vigilaré esa puerta y descubriré su secreto.