Iria
30/Dic/2011
bloody hand
10

Hola Prima

 

Estoy segura de que oí algo extraño cuando bajaba por el ascensor. Era un quejido, un suspiro suplicante que resonaba entre las paredes.

Cuando llegué a la planta baja del laboratorio le pregunté a Ana por ese extraño sonido. Me fulminó con la mirada mientras que sus labios decían no saber de que hablaba. Miente.

Se lo pregunté a Vicente; es un musculitos muy noble incapaz de mentir por mucho que lo desee. Observó a su alrededor buscando alguna vía de escape. Sus manos sudaban nerviosamente y su vista se perdía donde comenzaban las paredes. Quería darme una negativa, pero su lengua se trababa con silabas indescifrables; finalmente optó por encogerse de hombros.

Carmen llegó justo en el momento oportuno, cuando mi interrogatorio acababa de empezar. Traía una de las muestras que compusimos duplicando químicamente el brebaje.  Había llegado la hora decisiva: descubrir si funcionaba o si todos nuestros esfuerzos habían sido en vano.

Delante de la pantalla vimos como el I1 (nombre del brebaje sintético) se mezclaba con mi muestra de sangre. Las células parecían mantenerse estables. Encendimos el cronómetro y cruzamos los dedos. Si pudiéramos crear el efecto de las plantas sintéticamente estaríamos más cerca de hallar una cura.

Las horas pasaban y las células seguían sin mutar. Nos llevamos la comida a una mesa auxiliar y pasamos una agradable velada imaginándonos como los salvadores del pueblo,  ganando premios y siendo reconocidos por gente de  nuestro gremio.

Esos sueños se rompieron con el estridente sonido que advertía que algo no iba bien. Delante de la pantalla vimos como en segundos mis células mutaban ferozmente, se alimentaban de los nutrientes sanguíneos y cuando estos se terminaron, las células entraban en una fase de autofagia hasta que morían; la sangre se descomponía, los glóbulos rojos se volvían de un tono marrón. Que poco nos duró la alegría.

Cabizbajos, volvimos  a rehacer nuestras labores. Los botes tintineaban con cada movimiento, el teclado de los ordenadores y el molesto sonido de los equipos trabajando eran la sinfonía inacabada de nuestro fracaso. El ambiente en general era muy desalentador.

Pensé que Carmen destruiría el I1, pero lo guardó en la nevera y se puso ella sola a hacer una serie de pruebas en la zona más alejada.

Como sabes prima, no me gustan los secretos, y menos donde mi vida está en juego. Me acerquépues sigilosamente aprovechando que Ana y Vicente entraban en la zona de aislamiento.

Carmen se dio cuenta de mi presencia inmediatamente. Menos mal que tenía preparada una buena respuesta para salir del paso. No pudo evitar que, por el rabillo del ojo, viera su monitor. Aparecía un patrón celular mutado y no era el mío. ¿De quién era esa muestra sanguínea? Se supone que no han salido del laboratorio cuando comenzó la gente a enfermar, al menos que sea anterior.

Estuve atenta a su trabajo, intentando escuchar algún pitido de alguno de sus ordenadores cuando el I1  mutara alguna de las células, sin embargo ella guardaba mucho celo en ocultar lo que hacía. Era tarde y ella seguía trabajando frente al microscopio, sacando y metiendo diferentes tubos de ensayo.

La hora de la cena llegó.  Carmen puso una mala excusa para quedarse frente al ordenador y seguir secretamente con sus pruebas; era el mejor momento para que nadie la molestara. Insistí en ayudarla para así acelerar el trabajo; casi pierde los papeles insistiendo en que nos fuéramos a descansar.

Carmen es una mujer seria y razonable, pero cuando desea algo es una leona que protege su territorio.

Primita, esto se me escapa de las manos. Cada día tengo menos brebaje y la infección se extiende más. No puedo confiar en nadie, y sin su ayuda no podré resistir mucho más. Encantada te pediría que me ayudaras, pero no pondré sobre tus hombros mi losa.

 

Besos.

Iria.

 

P.D.: Gracias por leer mis pensamientos, eres mi única amiga.