Prima:
Las luces de la entrada tintineaban. Las puertas del ascensor estaban abiertas y parecía que no funcionaba, pues no había luz en su interior.
Decidimos usar la escalera de incendios. Jesús llevaba una pequeña linterna-llavero que guardaba en un bolsillo. Bajábamos las escaleras cuando algo llamó mi atención. En uno de los rellanos había una puerta y un panel. Me acerqué e introduje mi contraseña, no ocurrió nada. No tenía acceso a aquel lugar.
Sebas tocó la puerta y sonrió. Agarró una palanca de su mochila y la colocó en el umbral. Durante unos instantes pensé que no cedería, pero Sebas es demasiado obstinado como para desistir, así que fue la puerta la que tuvo que rendirse.
El interior era un desastre. Todo estaba roto o tirado en el suelo. Ordenadores, microscopios y otros equipos estaban hechos añicos. Aún salían chispas de algunas lámparas. El lugar era pequeño, como un laboratorio independiente.
No tengo dudas prima, esta es la sala donde Carmen escondía al Sujeto 0. Busqué con cuidado alguna prueba que no hubiera sido destruida. Me imaginé mil sucesos sobre lo que podía haber ocurrido, pero ninguno me coincidía con toda esta destrucción.
Salimos de la sala con las manos vacías, y aunque ninguno dijimos nada, no esperábamos encontrarnos a nadie con vida.Seguimos bajando las escaleras, no debía faltar mucho para llegar a nuestro objetivo.
Al fin llegamos al laboratorio principal. Tenía el mismo aspecto que la sala anterior. La zona de aislamiento estaba cerrada a cal y canto y una luz roja parpadeaba sobre la puerta.
Llamé a Carmen, Alex y Ana, pero solo los cristales bajo nuestros pies respondieron. Busqué en los archivadores y en la sala de muestras, todo estaba vacío.
Jesús dijo en alto lo que todos pensábamos: esto no es obra de una horda de zombies, ellos no necesitan documentos, ni discos duros. Esto es obra de una persona, pero… ¿Para qué?
Escuché un grito detrás de mí. Era Ana; tenía la ropa rota y manchada, el rostro compungido, el cuerpo tembloroso y parecía costarle andar. Me abrazó con fuerza y rompió a llorar. Intenté consolarla, pero estaba tan asustada que cuando conseguía serenarse comenzaba a hipar y las lágrimas volvían a inundarla.
Jesús y Sebas vagaron por la sala sin saber muy bien qué buscaban.
Sebas se acercó a la puerta de la sala de aislamiento. Observaba por el ventanuco cuando una mano ensangrentada la golpeó. Sebas gritó y se echó hacia atrás. El rostro descompuesto de Alex lo observaba; el color de sus ojos, su piel y las venas que recorrían su cuerpo lo delataban: ya no era nuestro Alex.
Me acerqué lentamente, dejando a Ana sentada detrás de mí. Coloqué la mano sobre el cristal esperando que en el interior de ese cuerpo inhumano se encontrara el cálido Alex que había conocido. Como respuesta, golpeó el cristal con la cabeza con tanta brusquedad que una de sus venas chorreo sangre negra.
Me dirigí a Ana y le pregunté a gritos por que no le había dado el brebaje, Alex no tendría que estar así. Volvió a romper a llorar, yo no era quien para gritarle de esa manera pero estaba furiosa. Acaricié su cabeza y le susurré que me contara lo que había ocurrido.
Prima, esto fue lo que me dijo:
“Al día siguiente de que yo me fuera, Carmen había empezado a trabajar en el brebaje sobre el Sujeto 0. Creía que podía usar la sangre original para encontrar una forma de luchar contra la enfermedad, no retrasarla, como hace el brebaje. Carmen estaba esperanzada, había trabajado toda la noche y parecía que había encontrado algo. Esperaba a que yo llegara con las muestras de carne infectada para ayudarla.
Ana estaba en la cama cuando el suelo tembló. Habían abierto la puerta principal por la fuerza. Ana y Alex corrieron al laboratorio para ver a Carmen. Escucharon voces y fuertes pisadas que bajaban por las escaleras.
Hubo un grito. Algo cayó en el suelo del laboratorio y un mar de gas blanco impidió la visibilidad. Cuando se dieron cuenta, estaban atados en el suelo y varios militares los rodeaban.
Uno de ellos, un hombre alto con gafas de sol y mostacho, hizo un movimiento con la cabeza y sus hombres robaron las muestras, las carpetas y cualquier experimento, incluidas las nuevas pruebas que Carmen realizaba con el Sujeto 0. Lo que no les servía, lo destruían.
Se quejaron. Hicieron hincapié en que era un laboratorio independiente, sin influencia militar. El hombre del mostacho ni siquiera les prestaba atención.
De pronto se escuchó unos extraños gruñidos. Carmen enloqueció, gritó, suplicó, pero no le hicieron caso. Hizo fuerza y consiguió levantarse; pero antes de que pudiera correr dos pasos, el bigotudo la golpeó en la cabeza y cayó inconsciente. Le dijo a uno de los hombres que se la llevaran al campamento.
Alex consiguió zafarse de las ataduras y agarró un escalpelo. Hubo un momento de tensión, que finalizó con un disparo en su hombro. La sangre salpicó al bigotudo dejándole pequeñas gotas en su pulcro traje. El bigote se movió, una mueca de furia incontrolada se dibujo en él. Enganchó a Alex del cuello y lo arrojó al suelo, allí lo pataleo hasta que se cansó.
Se les ocurrió un juego, algo para divertirse. Cogieron una de las muestras del Sujeto 0 y se la inyectaron. Alex no tenia fuerzas para defenderse. Lo encerraron y arrojaron a su alrededor pruebas altamente contaminadas. La sala, por seguridad, se cerró. La infección se apoderó de Alex en segundos; la cepa del Sujeto 0 era terrible.”
No me contó nada más. Quería preguntarle como siguió viva, pero su forma de actuar decía más que sus palabras: manchas en su cuello que intentaba ocultar, cada vez que la abrazaba temblaba y su dificultad para andar.
Prima, me encantaría coger a ese grupo de soldaditos y soltarlos sobre los zombies para que sepan lo que se siente cuando son devorados. No te imaginas como me tuve que morder el labio para no soltar la rabia que sentía en mis entrañas. Esos mal nacidos, esos cabrones; tienen que pagar por lo que han hecho, no sé como, pero pagarán por ello.
Prima, estoy encerrada en la que era mi habitación hace solo unos días. Me siento perdida. Tengo muestras pero no un laboratorio. Secuestraron a Carmen, se llevaron al Sujeto 0. Todas las pruebas y anotaciones destruidas. Esto es peor que empezar de cero.
No sé que hacer, sólo deseo llorar y gritar a los vientos que me rindo. Estoy tan cansada y sería tan fácil dejar que la infección recorriera por mi cuerpo, convertirme en un ser sin alma, sin remordimientos. ¡Prima, que fácil sería!
Iria.
P.D.:¿Recuerdas la carpeta marrón con el informe del sujeto? Los soldados no la encontraron y gracias a Ana, ahora es de mi propiedad. En las últimas páginas aparecen nuevas anotaciones y una foto. Ahora entiendo por que Carmen no quería que tocaran al Sujeto 0, es Ricardo.