Iria
01/Jul/2014
bloody hand
26

Hola Prima

Hay momentos en el transcurso de la vida que la palabra desesperación se nos marca a fuego en la carne. Miles de veces he nombrado esa palabra, pero hasta el día de hoy no entendí lo que realmente significaba.
Ana y yo analizamos, comprobamos y repetimos las pruebas. Para nuestra desgracia, el resultado era el mismo.
Las muestras de la cepa de Alex crecen con voracidad. No hubo ni una sola probeta en la que el virus menguara su actividad invasora. Llegamos a la conclusión de que la cepa es letal, cualquiera que se infecte con ella se transformará en apenas unos segundos.
Las muestras de Jesús han mostrado un aumento de células infectadas. El virus se ha duplicado, seguramente por las escapadas a la nevera. No le doy más de unos días hasta que se convierta en uno de ellos. Los calambres que sufre en el estómago son cada vez más violentos y frecuentes, acaba en el suelo agarrándose el vientre y vomitando un liquido verdoso.
Mis células víricas también han aumentado. Gracias a la cantidad de suero que inunda mi organismo, muchas están inactivas.
Prima, contaba con que hallaríamos una cura, algo que pudiera ayudarnos, pero lo único que hemos encontrado es la confirmación de nuestra condena.
Si Carmen estuviera aquí, seguramente pondría luz a esta oscuridad. Ella había encontrado algo en las muestras del sujeto 1, y lo habría conseguido de no ser por esos soldaditos.
Hablando de los militares, hace días que ronda por mi cabeza una idea: ellos tenían que conocer el virus y su rápida expansión, por eso aparecieron tan pronto y colocaron medidas extremas desde el primer momento, cuando nadie sabia aún  lo que estaba ocurriendo. Estoy segura de que no somos la única población que ha sufrido este brote, debe haber más. Esto me lleva a pensar en porqué no se mencionó en los medios informativos, no leí ninguna noticia de brotes virales en los foros de medicina.
¿Habrán hecho lo mismo con nosotros? ¿Habrá dejado de existir este pueblo para el mundo?
Sebas me vio sentada en el suelo con la carpeta del Sujeto 1 en las manos, pero tenía la mente pérdida en mi huracán de preguntas sin respuesta.
Empezamos a hablar de las cosas que haríamos cuando escapáramos de este cautiverio. Pronto descubrimos que nuestras inquietudes sobre el ejercito eran las mismas, aunque el tenía un punto diferente, algo más diabólico.
Me dijo que llevaba días pensando en el secuestro de Carmen y del Sujeto 1; la única respuesta para toda esta locura era que usaran esta enfermedad con fines bélicos.
Solo había que pensar en una capital de estado o en un pueblo, cualquier zona que quisieran destruir sin gastar una sola bala; con soltar al sujeto 1 la batalla estaría ganada.
Tendrían que detener la plaga, o perderían el control y podría salirse de la zona invadida, para ello tenían a Carmen y seguramente a más de un profesor trabajando. Venderían el brebaje a coste de oro empobreciendo el país enemigo, dejándolo a merced de los mismos que extendieron el virus.
Guerra biológica en su máxima expresión.
Como siempre, el ser humano es capaz de hacer cosas increíbles tanto para hacer el bien, como para hacer el mal; cuando se pone un objetivo tiene que conseguirlo sin importar el cómo.
Era fácil culpar a los militares de todas nuestras desgracias, pero cuando llegaron, el virus ya estaba en el cuerpo de Ricardo, por lo tanto no eran los causantes de su aparición. El virus ya estaba en el pueblo, tenía que ser algo con lo que el sujeto 1 entró en contacto y eso solo causaba más preguntas sin respuestas.
Recordé el camino que hice con Sebas y Jesús desde el pueblo hasta aquí, cuando nos encontramos con una zona vallada por el ejército y protegida por una carpa blanca. Estoy segura que ese sitio esconde algo, por eso lo guardan con tanto cuidado.
Se lo comenté a Ana y a Sebas. Ambos estaban de acuerdo en que ese tenía que ser el campamento base o algún punto importante.
Ana sacó un mapa del pueblo y nos dijo que señaláramos la zona donde habíamos visto la carpa blanca. Tal y como me imaginé, coincide con el lugar donde se estaba agujerando el acuífero.
Si era así, Carmen y el Sujeto 1 estarían ahí dentro, investigando sobre la cepa con mil medios superiores a los que yo tenía en este destartalado laboratorio.
Es un lugar peligroso, muy bien vigilado; ya corrimos peligro cuando nos acercamos a fisgonear en su momento. Si volviéramos, nos matarían antes de que nos acercáramos a la vallas o los voltios de la misma nos freirían.
No podemos ir con las manos vacías y suplicar ayuda. Ya sabemos que clase de auxilio le ofrecieron a Ana los muy bastardos.
Sebas, que llevaba la acción corriendo por sus venas, hablaba de encontrarse con sus viejos amigos e ir juntos a por los militares. Se inventaba una feroz batalla en donde salían airosos.
Ana se mantenía callada, observando sus pies. Al principio pensé que la idea de salir al exterior la afligía tanto como a mí, pero de repente se sumó a la historia de Sebas como si fuera una guerrera del Apocalipsis.
De todas las tonterías que decían, la única que tenía lógica era acercarse al ayuntamiento. Las primeras excavaciones se realizaron por orden del alcalde, así que el informe sobre el suelo y lo que allí se encontró estarían en el despacho principal.
Era algo improbable, pero quizás encontráramos algo con lo que pudiéramos negociar. Deseaba tener la sartén por el mango por una vez y no ir siempre dos pasos por detrás de los acontecimientos.
Nada nos decía que los militares no hubieran hecho con el ayuntamiento lo mismo que hicieron con el laboratorio. Una vez más todo era a cara o cruz, posibles probabilidades y nunca verdades exactas; o te arriesgas o no.
Ya teníamos un objetivo, ahora nos faltaba salir de aquí.
Nos dirigimos a las escaleras de emergencia, las mismas por las que habíamos entrado hace días. Al acercarnos, unos golpes retumbaron desde el otro lado, algo la golpeaba desesperadamente. Nos habíamos olvidado de la sangre que habían vertido los militares en la puerta principal, esta había atraído a los zombies de los alrededores, creando una trampa en la que todos entraban y ninguno salía.
Sebas gritaba que estábamos atrapados, que moriríamos en aquella tumba. Ana intentaba tranquilizarlo, pero no escuchaba, se desahogaba golpeando todo lo que se pusiera en su camino.
Yo había ayudado a supervisar el laboratorio cuando se estaba construyendo. Existía una segunda salida: la azotea. El laboratorio contaba con una pequeña pista de helicópteros; se añadió a la construcción por su cercanía con el bosque, sería crucial en un salvamento forestal. Existía un pequeño problema, que la puerta se abría o bien a través de una llave maestra, que no teníamos; o de forma electrónica.
El circuito eléctrico estaba en las últimas, era lo que mantenía la jaula de Alex y Jesús activas. Si lo manipulábamos para abrir la puerta de la azotea, estaríamos dejando libre a un asesino voraz, además de que no había garantías de que una vez estuviéramos arriba pudiéramos salir.
Sebas y Ana bajaron la cabeza, el golpe con la verdad les había mermado su moral luchadora. Se fueron a sus habitaciones, había que tomar una decisión.
En lugar de refugiarme en el silencio de mi cuarto, me acerqué al área de contención donde Jesús estaba tirado en el suelo, su rostro estaba desencajado, su cuerpo necesitaba carne cruda o el dolor nunca cesaría. Después de un buen rato consiguió sentarse cerca de la puerta, estaba tan débil que casi no podía levantarse.
Le conté la horrible situación en la que nos encontrábamos. Vi una sonrisa irónica en su cara, desde un principio Jesús había tirado la toalla, le hacia gracia que siguiera intentándolo, que aún guardara alguna esperanza después de tantos golpes bajos.
Estuve hablando con él durante horas, la verdad es que era una de esas conversaciones que hablas por hablar, simplemente para no sentirte solo o por silenciar los pensamientos negativos de tu mente.
Volvimos al tema del encierro y a la tesitura en la que nos encontrábamos sobre la azotea. Nos quedamos en silencio mientras nuestras mentes buscaban una solución. Cuando ya estaba levantándome para volver a mi cuarto, Jesús me espetó que intentaría mantener la puerta cerrada, que se apoyaría en ella usando sus últimas fuerzas. De esta manera, Alex ni siquiera se enteraría que la puerta se había abierto.
Entre bromas le insinué que dudaba de su fortaleza, él me observó con los ojos vidriosos, me hizo prometerle que después volvería para acabar con su miserable existencia, no quería seguir viviendo con ese dolor. Estaba cansado y hacia tiempo que no guardaba ni un milímetro de esperanza en su venoso cuerpo.
Querida prima, hace tiempo te hubiera dicho que jamás se me ocurriría hacer algo tan terrible, pero soy consciente de que pronto ese destino será el mío y por consiguiente yo también querría que acabaran con mi vida.

Un saludo.

Iria.

P.D.: Esta es la última noche en el laboratorio así que hemos organizamos una gran cena. Ana me preparó la carne muy poco hecha, aún babeaba sangre cuando la engullía. No te puedes imaginar con que ansia degusté cada trozo. Sebas se ocupó de la música; y como postre, teníamos licores de todo tipo.
Celebramos nuestra última cena como si no hubiera un mañana.