Hola prima:
Me apoyé en la puerta del ambulatorio, observando su interior. Uno de esos monstruos se acercaba por el pasillo de la derecha. Tenía la ropa rasgada y un bulto de tripas colgantes que se mantenían sujetas por la hebilla del cinturón; la bata, antes blanca, ahora era un harapo con tropezones de su propia carne descompuesta. Tuve que taparme la boca para no vomitar.
Con el pulso jugando a la montaña rusa, cogí el arma, le quité el seguro y apunté a su cabeza. Cerré los ojos, apreté los dientes y disparé. Al abrirlos, vi una mancha marrón recorriendo el suelo, procedía de la cabeza inerte del zombie. Para ser mi primer disparo no había estado mal.
Giré por el pasillo, donde estaban las consultas de los adultos. Abrí puerta por puerta encañonando el arma. En cada sala había un escenario espeluznante; manchas de sangre bañando las paredes, restos humanos parcialmente devorados, miembros amputados con marcas de mordiscos. El ambulatorio había sido testigo de una cruel batalla cuando la gente empezó a enfermar.
Confirmé que la zona estaba limpia y me dirigí al corredor infantil; casi todas las puertas estaban abiertas. La consulta del dentista fue mi primer destino, había material quirúrgico en el interior del armario y varias cajas de gasas estériles.
Llegué a la última puerta del fondo, estaba cerrada con llave, iba a pasar de largo cuando escuché un sonido en el interior. Sabía que era uno de ellos. Esta era mi oportunidad, necesitaba un espécimen vivo para hacer pruebas y me lo habían entregado en bandeja de plata.
Corrí a la sala de los celadores, allí suelen guardar la pistola de sedantes. La habitación estaba llena de charcos de sangre coagulada, las moscas revoloteaban histéricas. La pistola estaba tirada en el último cajón del armario junto con varios sedantes esparcidos por el suelo; alguien debió de intentar usarlos antes que yo.
Volví a la puerta y la golpeé con los nudillos. Del otro lado escuché el arrastrar de unos pies que se acercaban con un molesto gruñido. Apunté con el arma al cerrojo; en las películas se abrían al momento, en mi caso tuve que disparar varias veces.
Un cuerpo mugriento se escondía detrás de la puerta, agarré la pistola de sedantes y le disparé a la cabeza. El zombie seguía avanzando mientras una baba oscura le caía por el mentón. Disparé a su pecho, eso ralentizó su paso. Un tercer disparo en su hinchado abdomen hizo que se parara en seco. Di un paso hacia atrás esperando su inmediata caída, pero en lugar de ello, se puso a gritar con fuerza y un coagulo ennegrecido brotó de su garganta, salpicándome. Me dejé llevar por el pánico, disparé y disparé hasta que me quedé sin sedantes, el zombie parecía un puercoespín con lazos rojos. Cuando cayó al suelo, reconocí al Sr. Marco, el director del ambulatorio.
Lo agarré de los pies y tiré de su viscoso cuerpo. Se hicieron sonoras varias flatulencias y un extraño quejido proveniente de sus tripas, varios excrementos hincharon su pantalón. No pude aguantar el hedor; vomité hasta la bilis.
Con mucho esfuerzo conseguí encerrarlo en la sala de enfermería. Dejé el material quirúrgico sobre una bandeja y cerré la puerta con llave. Necesitaba más material y algunos sedantes, no sabía cuanto tiempo permanecería el Sr. Marco dormido.
Estaba examinando la estantería de una de las salas cuando escuché el sonido de unos pasos. Había registrado el ambulatorio, por lo tanto, algo había entrado mientras estaba centrada en mi cometido. Agarré el arma, y cuando vi la sombra por debajo de la puerta, me abalancé.
Frente a mis ojos había un bate que me apuntaba a la cabeza. El aire se quedó petrificado en mis pulmones.
Escuché una voz, era un joven que nos advertía que bajáramos las armas. Mis manos temblaban, había más supervivientes. Fue tal el cúmulo de sensaciones que no sabía si gritar o llorar.
El que estuvo a punto de golpearme con el bate se presentó como Gabriel. El otro, se hace llamar “El Sebas”. Prima, intentó ligar usando la típica frase de baboso de discoteca, ni que este fuera el momento de andar con tonterías.
Sebas se ofreció a ayudarme con la autopsia; eso sí, primero tengo que curar a su amigo, lo han mordido. Este es el motivo por el que salí del laboratorio, para ayudar a los moribundos como yo. Al fin me siento útil.
Los chicos están haciendo guardia en la puerta, mientras descanso en una de las camillas. Mañana promete ser un día largo.
Prima, empiezo a ver la esperanza en este lugar.
Iria
P.D.: Acabo de ver al Sr. Marco, sigue durmiendo, lleva así un par de horas; un estado perfecto para poder diseccionarlo.